Capítulo XXX

Cómo fué cerrado el templo de Onius, que estaba en Alejandría

Regidor de Alejandría era en este mismo tiempo Lupo, y luego hizo saber a César esta revuelta que había pasado. Pensando éste que debía proveer en quitar la ocasión a los judíos de innovar o revolver algo, y temiendo se juntasen otra vez todos, mandó a Lupo que destruyese el templo de los judíos que estaba en la ciudad que llamaban de Onias.

Esta ciudad está en Egipto, la cual por esta causa se comenzó a habitar, y tomó el nombre de un hijo de Simón llamado Onias, que siendo uno de los pontífices, fué forzado a huir de Jerusalén, teniendo en él tal tiempo guerra con los judíos Antíoco, rey de Siria, y vino a Alejandría, adonde fué recibido con grande amistad por Ptolomeo, porque era enemigo de Antíoco, y dijo que juntaría en su ayuda toda la gente de los judíos, si quería obedecer a lo que él le mandase. Como el rey le concediese todo lo que fué posible hacer, rogóle que le permitiese edificar un templo en alguna parte de Egipto y servir y honrara Dios según en su patria acostumbraban: porque de esta manera Antíoco sería más odioso y aborrecido de los judíos, éstos le serían mucho más amigos, y con este motivo de la religión y templo, muchos judíos se pasarían a su parte.

Fué de esto contento Ptolomeo, y le dió un lugar apartado de Menfis ciento treinta estadios. Llámase esta tierra Heliopolitana, adonde habiendo edificado un castillo, edificó Onias un templo semejante al de Jerusalén. La torre hizo que fuese muy semejante, levantada sesenta codos en alto con piedras muy grandes. La fábrica y edificio de la torre hizo que fuese como era el de Jerusalén: puso allí muchos dones y ornamentos semejantes a los del otro templo, excepto la manera del candelero: porque no hizo candelero, pero puso colgada de una cadena de oro cierta manera de linterna, cubierta por defuera y dentro de oro, que echaba rayos, como si fuera una muy resplandeciente estrella. Cercó todo el templo de una piedra cocida, e hizo que fuesen las puertas también de piedra.

Concedióle el rey mucha parte de tierra y rentas, para que tuviesen los sacerdotes abundancia de todo lo que el culto y honra de Dios requiriese.

Onias no hacía esto con voluntad sana, ni con buen ánimo, sino teniendo contienda con los judíos que vivían en Jerusalén, por la ira y memoria que de su huida tenía, pensaba que, edificado este templo, había de revocar y juntar consigo todo el pueblo que en Jerusalén estaba.

Había habido cierta profecía antigua de novecientos y setenta años: decía Isaías que este templo había de ser edificado en Egipto por un varón judío, y así era este templo edificado.

Como Lupo, regidor de Alejandría, recibidas las cartas del emperador, hubiese llegado al templo, sacó algunos dones y joyas que dentro de él había, y cerrólo.

Muerto Lupo, Paulino, que le sucedió en la administración, no dejó en él algo, porque hizo grandes amenazas a todos los sacerdotes, si no le descubrían cuanto había; ni quiso permitir que los que venían al templo por cumplir con su religión, entrasen dentro de él; sino cerradas las puertas, hizo que no pudiesen llegarse a él, de tal manera que no quedase muestra ni señal alguna de haber sido jamás allí Dios honrado ni acatado.

Habían pasado desde el tiempo que fué edificado este templo, hasta que fué cerrado y arruinado, trescientos treinta y tres años.

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