Capítulo XXIIDe qué manera, volviendo Vespasiano, fué recibido por los romanosHabiendo sabido Tito por un embajador que su padre le había enviado, cómo había llegado muy deseado y con gran fiesta a todas las ciudades de Italia, y principalmente la gran alegría y aplauso con que toda Roma lo había recibido, recibió por ello muy gran placer, librado ya de todos los cuidados que de él tenía, como deseaba. Tenían, principalmente los soldados, los ojos puestos en él, porque éstos conocían y sabían bien la grandeza de sus hazañas en las cosas de guerra; y habiendo experimentado el poco saber y poca arte de los otros capitanes, deseaban ser librados de tan feo y torpe nombre como habían alcanzado, y suplicaban a Dios les dejase ver y recibir a aquél, el cual sólo los podía librar, guardar y honrar a todos. Como, pues, todos lo amasen y deseasen juntamente de esta manera, a los más nobles y honrados parecíales cosa intolerable esperar tanto tiempo; pero todavía trabajaban en salir fuera de Roma a recibirlo con toda la honra posible. Y no había alguno que pudiese bien sufrir su larga ausencia; así se salían todos juntamente, que parecía a todos cosa más fácil irlo a buscar que detenerse en algún lugar; de tal manera, que la ciudad mostraba holgarse en ver que la gente por algún tiempo disminuía; los que quedaban eran ciertamente mucho menos que los que salían. Cuando fué descubierto que él ya llegaba, contaban todos con cuánta mansedumbre y afabilidad había recibido a los que habían ido primero, par lo cual toda la otra muchedumbre de gente lo esperaba por las calles y caminos con sus mujeres e hijos; y por donde pasaba loaban la voluntad que tenía de ver a todos, y declaraban con grandes voces la mansedumbre y alegría que en el rostro mostraba, llamándolo todos a una voz muy merecidamente conservador de la patria y dador de la salud, y príncipe sólo digno de los romanos. Estaba toda la ciudad como suele estar un templo lleno de ramos, flores y olores. Y pudiendo a gran pena llegar al palacio por la gran muchedumbre de gente, celebró él su buena venida, dando el parabién por ella a los dioses de su patria. El pueblo celebró públicos banquetes de alegría haciendo convites por linajes, y entre amigos y vecinos, y sacrificaban a Dios solemnemente; y rogábanle todos y suplicábanle muy humildemente que perseverase mucho tiempo y lo conservase en el imperio a él y a su hijo y a todos sus descendientes, para que fuesen príncipes grandes y dignos de memoria. Recibido, pues, en Roma Vespasiano de esta manera, sucedíale todo muy prósperamente. *** |
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