Capítulo XXDe la navegación de Vespasiano y de la prisión de Simón y espectáculo que fué hecho en su fiesta.En el tiempo que Tito estaba en el cerco de Jerusalén detenido, Vespasiano vino en una nao hasta Rodas, y partiendo de aquí con galeras, después de haber visitado todas las ciudades, por las cuales pasó navegando, y después de muchos recibimientos que le fueron con toda alegría y solemnidad hechos, pasó de Jonia a Grecia, y saliendo después de Corcyra, llegó a Japigia, desde donde comenzó a caminar por tierra. Vuelto Tito de la ciudad marítima de Cesárea, vino ala ciudad que se llama Cesárea de Filipo, a donde se detenía mucho por hacer fiestas y espectáculos diversos, en los cuales murieron muchos de los judíos que presos traían; los unos echados a las fieras, otros forzados a pelear entre sí, no menos que si fueran enemigos. Aquí halló preso a Simón, hijo de Giora; este Simón, durando el cerco de Jerusalén, y teniendo la parte alta de la ciudad bajo su mando, después que habiendo entrado el ejército había comenzado a destruir toda la ciudad, llamando los más fieles que tenía por amigos, y los oficiales para ello necesarios cuantos le bastasen, escondióse con todos ellos dentro de un albañal muy secreto, y caminaban todo lo que por dentro podían, y cuando no, mandaba a los oficiales que cavasen, confiando que pasando más adelante hallarían camino y facilidad para salir, y de esta manera se salvarían; pero el peligro del negocio les mostraba ser esta esperanza muy vana; porque apenas habían alargado los oficiales algo adelante el camino, cuando el mantenimiento, por mucho que se habían templado en el comer, ya les faltaba; entonces, pensando poder con algún espanto engañar a los romanos, vistióse con unas túnicas, o como blancas camisas, trabadas con sus hebillas, y con una ropa larga de grana, salió de allí debajo de tierra por la parte a donde el templo fué edificado, y apareció delante de la gente de aquella manera. Al principio los que lo vieron se espantaron mucho y ninguno osaba moverse de su lugar. Llegándose después más cerca, pidiéronle que dijese quién era: Simón a esto no respondía, pero mandaba que le llamasen delante al capitán, y llamado luego por los que se lo fueron a decir, vino Terencio Rufo, porque éste había sido dejado por regidor de toda aquella gente, y sabida toda la verdad, guardábalo muy bien atado e hizo saber a Tito cómo había sido este hombre preso. Así, pues, de esta manera puso Dios a Simón, para que se tomase en él venganza de la crueldad que había con los suyos amarga y tiránicamente usado, en poder de sus enemigos, que tanto lo tenían aborrecido y mal querían, no sujetándolo a las manos de éstos por fuerza, pero traído de su grado a recibir digno castigo, según sus merecimientos por haber él muerto a muchos cruelmente, acusándolos con acusaciones falsas, y diciendo que querían pasarse a los romanos; porque en fin la maldad no puede huir la ira y castigo de la mano de Dios, ni es cosa de poca fuerza la justicia, antes alguna vez bien sabe tomar venganza de los que la violan y quebrantan y da mayor y más grave pena a los culpados, cuando ya piensan estar del todo libres, por no haber sido luego castigados por lo que han cometido; esto aprendió también Simón después de haber caído en desgracia e ira de los romanos. Su salida a muestra sobre la tierra fué causa que muchos de aquellos revolvedores y gente sediciosa fueran presos por ser hallados en aquellos albañales. Habiendo vuelto Tito a la ciudad de Cesárea, que llamamos marítima, fuéle presentado Simón muy bien atado, y mandó que le fuese muy bien guardado para el triunfo que había de hacer en Roma; deteniéndose aquí, celebró la fiesta del nacimiento de su hermano, matando por su honra en sus juegos gran parte de los cautivos que allí consigo tenía: porque el número de los que pelearon con las fieras, de los que fueron puestos al fuego, y de los que perecieron peleando entre sí en sus luchas y escaramuzas, llegó a más de dos mil y quinientos hombres; aun todo esto parecía a los romanos mucho menos de lo que todos ellos merecían, por más que fuesen de mil maneras muertos y consumidos. Vino después Tito a Berito. Es ésta una ciudad de la provincia de Fenicia, poblada por los romanos, y detúvose aquí también algún tiempo; haciendo mayor fiesta el día que celebró el nacimiento de su padre, tanto en la magnificencia de los espectáculos,, cuanto en muchos otros gastos nuevos, pereciendo también esta vez no menos gente de los judíos cautivos que en los fiestas por el hermano. *** |
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