Capítulo IVDel habla y razonamiento que Josefo hizo a los judíos por que se rindiesen, y de los que de ellos se pasaron a los romanos.Mandó Tito a su gente que derribase la torre Antonia desde sus fundamentos, por aparejar por allí subida fácil a todo el otro ejército. El, llamando ante sí a Josefo, porque había oído que aquel día, que era el décimoséptimo de julio, habían cesado los sacrificios divinos que se llaman Entelechismos, por falta de hombres, y que el pueblo por ello se dolía mucho, mandó que dijese otra vez a Juan lo que antes le había mandado; y que si alguno había entre su gente que tuviese tan gran deseo de pelear, era contento que saliese a pelear con quien quisiese, con tal que no muriese y feneciese con él la ciudad y templo juntamente; pero que se dejase de violar el santo templo, y no cometiese tal mal contra Dios, y que poder tenía también, si lo deseaba, para tornar a celebrar con los judíos que quisiese escoger, las fiestas acostumbradas. Josefo, pues, por que no se imputasen a Juan solo estas cosas, sino aun también a muchos otros, púsose en lugar de donde pudiese ser de todos bien oído, y declaróles en lengua hebrea, lo que Tito quería y le había mandado. Rogábales mucho que tuviesen cuenta con su patria y no quisiesen destruirla, y echasen el fuego, que estaba ya muy cercano, al templo, e hiciesen sus sacrificios y ofrendas a Dios acostumbradas. Dichas estas cosas, estaba el pueblo muy triste y muy callado escuchando: habiendo dicho muchas injurias el tirano a Josefo en respuesta de lo que le había dicho, a la postre añadió que no tenía él causa para temer su muerte ni destrucción, porque aquella ciudad era de Dios. Entonces respondió Josefo con grande exclamación: "Ciertamente por eso tú se la has r zservado pura y limpia de toda mácula y pecado, y han q: :dado todas las cosas santas sin ser violadas, y tú no has cometido algo contra aquel cuyo socorro y ayuda esperas ahora; mas sus acostumbrados sacrificios se celebran. ¿Pues si alguno te quitase lo que has de comer cada día, tú lo tendrías ciertamente por capital enemigo, y confías que Dios, a quien tú has privado de toda la honra que a él le es debida, te haya en alguna manera de ayudar? ¿E imputas a los romanos la causa de ello, los cuales guardan y defienden aún ahora nuestras leyes, y trabajan por que sea vuelta a Dios la honra y sacrificios de que tú lo has privado? ¿Quién, pues, no llorará la causa de tan gran destrucción y mudanza tan sin pensar, y quién no lamentará la destrucción de la ciudad? Cómo? ¿Vemos que los extranjeros y tus propios enemigos trabajan por corregir tu impiedad, y tú, siendo judío, criado entre sus leyes, te muestras más cruel que no son ellos contra ellas? Pues sepas, Juan, que no es malo ni cosa torpe arrepentirse de los males hechos, viéndose ya al fin; y buen ejemplo tienes si quieres guardar y conservar tu patria, el del rey Jeconías, el cual antiguamente, moviéndole guerra los de Babilonia, y queriendo combatirle y tomarle la ciudad, se salió de ella de grado, y quiso sufrir cautiverio voluntariamente con toda su gente, por no entregar las cosas santas de la ciudad a los enemigos, y por no ver quemar la casa y templo de Dios. Por esta causa celebran los judíos sus loores y memoria, y de un tiempo en otro pasa su inmortal memoria por todos los siglos nuevos a sus descendientes: buen ejemplo es éste, Juan, aunque esté el peligro tan cerca, pues yo te prometo perdón de parte de los romanos, con tal que te acuerdes que te doy este consejo como natural judío, y lo prometo a los judíos; y conviene mirar quién es el autor y de adónde procede todo esto, porque no quiera Dios que viva yo jamás tan cautivo, que me haya de olvidar de mi linaje y de las leyes de mi patria. ¿Y aun en paga de esto te enojas, gritas y me maldices? Pues sepas que merezco aún cosas más amargas y peormente dichas, pues gasto tiempo en persuadirte estas cosas contra lo que tu ventura y tus hados tienen determinado, y trabajo por defender y conservar a los que están condenados por sentencia y divino juicio. "¿Quién ignora lo que dejaron escrito los profetas antiguos v las amenazas hechas a esta miserable ciudad? Entonces profetizaron que había de ser esta destrucción cuando la conjuración de dentro comenzase a trabarse entre los mismos ciudadanos, y unos a otros se matasen: pues de vuestros cuerpos muertos está llena, no sólo la ciudad, pero aun también todo el templo: Dios, por cierto, Dios mismo pone el fuego en la ciudad con los romanos por limpiarla, y quiérela quemar por estar llena de tan enormes maldades." Contando Josefo estas cosas con muchas lágrimas y llantos, faltóle la voz por el dolor, del cual teniendo compasión grande los romanos, todos se maravillaron. Juan y sus compañeros, con estas cosas más se movían y eran incitados contra los romanos, deseando prender también a Josefo; mas hubo todavía muchos de los judíos nobles que fueron movidos con su habla y razonamiento: y algunos de los sediciosos y revolvedores, temiendo a las guardas, no osaban moverse, teniendo ya mucho había por muy cierta la destrucción de ellos mismos y de toda la ciudad: hubo algunos que, aguardando con diligencia la ocasión y tiempo para ello, huyeron a los romanos: entre los cuales era el uno el pontífice Josefo y Jesús; hubo algunos hijos de pontífices también, es .i saber, de Ismael tres, el cual fué en Cirene degollado; cuatro de Matías, y de otra Matías uno, el cual había huido después de muerto su padre, a quien mató Simón de Giora con tres fijos suyos, según arriba dijimos. Con los pontífices se pasaron también muchos de los nobles, a los cuales recibió Tito muy humanamente, haciéndoles cortesía en muchas cosas, y principalmente, sabiendo que les era molesto y enojoso tratar con gente extraña y hacerse a costumbres de gentiles, enviólos a Gofna, adonde pudiesen estar en este medio tiempo, prometiendo también volver a muchos sus posesiones acabada la guerra; ellos se fueron muy seguros a recoger al dicho lugar. Cuando los sediciosos y revolvedores que estaban dentro de la ciudad supieron los que habían huido, divulgaron otra vez un ruido, diciendo que los romanos habían muerto a todos los que se habían pasado, para que los otros con esta fama amedrentados se detuviesen; aprovechóles algo esta astucia como lo de antes, porque atemorizados con esto, no hubo quien osase huir, ni aun moverse; pero después que Tito les mandó volver de Gofna, e hizo que se paseasen todos por el cerco del muro, de tal manera que los cercados los pudiesen ver, juntamente con Josefo, muchos de los que dentro estaban se pasaban huyendo a los romanos: juntándose después todos en uno, rogaban con muchas lágrimas y gemidos a los revolvedores, que quisiesen, cuanto a lo primero, guardar la ciudad y recibir dentro a los romanos, y si esto no los contentaba, que saliesen por lo menos del templo y guardasen su templo para ellos; porque sabían no haber. de osar poner fuego los romanos en el templo, sino con neceidad y fuerza muy grande. Cuando éstos más los rogaban, tanto más los de dentro contradecían; y habiendo dicho muchas injurias a los que habían huido a los romanos, ordenaron y dispusieron encima de las puertas del sagrado templo sus ballesteros, arcos y sus tiros de piedra, y esto para que el cerco del templo con la muchedumbre de muertos pareciese sepulcro, y el templo castillo fuerte. Entraban en los santos lugares, y adonde ninguno solía antes entrar ni aun llegar, llegaban ellos con las manos sacrílegas, ensangrentadas aun de las muertes de sus mismos ciudadanos y naturales; y atreviéronse a hacer a su ley tal injuria, que la indignación y enojo que los judíos habían de tener contra los romanos, si tal cometieran, como ellos entonces cometían, la misma tenían los romanos entonces contra los judíos, por ver que locamente usaban mal de las cosas sagradas de su propio templo; porque ninguno hubo de éstos que no honrase y acatase mucho el templo y que no lo adorase, deseando que los ladrones se convirtiesen y reconociesen lo que hacían, antes que aconteciese algún caso que no fuese posible remediarlo; y Tito, doliéndose de la desdicha y suerte de ellos, reprendía otra vez a Juan y a sus compañeros de esta manera: "Decid, hombres perversos y llenos de toda maldad, ¿no habéis vosotros cercado el santo lugar de rejas? ¿No habéis hecho tablas escritas en letras griegas y romanas, con las cuales vedáis y prohibís que ninguno ose pasar de lo que está cercado? ¿No os concedimos que mataseis a cuantos lo contrario hiciesen, aunque fuesen romanos? Pues para qué ¡oh gente muy dañada! habéis puesto debajo de vuestros pies y hollado los muertos en este mismo lugar? ¿Pues por qué causa habéis ensuciado el sagrado templo de sangre y muertes, no menos de vuestra gente natural que de extraña y gentil? Por testigos llamo a los dioses de mi patria, y si hubo alguno que antes tuviese cuenta con esta ciudad, porque hasta ahora no sé yo alguno, llamo también por testigo a todo mi ejército, a los judíos que están aquí conmigo y a vosotros mismos, que no soy yo el que os mueve y os fuerza a violar vuestras cosas santas; antes si vuestra gente muda su asiento y se pone en otro lugar, ni se llegará al templo alguno de los romanos, ni hará cosa alguna que sea para su afrenta; antes, aunque vosotros no queráis, yo guardaré el templo." *** |
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