Capítulo IVDe una pelea o revuelta que los judíos tuvieran entre sí el día de la fiesta del pan cenceño.Habiendo aflojado algún poco la fuerza y guerra que por de fuera se hacía, luego se levantó otra adentro de la ciudad. Y llegando ya el día de los panes cenceños, que era el catorcená del mes de abril, porque en este tiempo piensan todos los judíos que fueron librados de Egipto, Eleazar, con sus compañeros y parcialidad, quiso abrir la puerta; deseaba que algunos del pueblo entrasen, los cuales querían adorar en el templo. Juan quiso cubrir sus engaños y asechanzas bajo nombre y cubierta del día de la fiesta, y mandó que viniesen algunos de los suyos, de los que menos fuesen conocidos, con las armas escondidas bajo sus vestidos, gente mala y muy impura, para ocupar y alzarse con el templo; éstos, después que hubieron entrado, echando sus vestidos, parecieron presto muy armados. Había con esto gran muchedumbre de gente y gran ruido junto al templo: el pueblo, que estaba muy ajeno de toda sedición y revuelta, pensaba que eran puestas asechanzas a todos ellos; pero los zelotes pensaban ser solamente puestas por ellos. Estos, dejada la guarda de las puertas, y saliendo algunos otros de los fuertes que tenían antes de trabarse y venir a la pelea, se recogieron en los albañales del templo. Los del pueblo, llegando hasta el altar, y por cerca del templo, eran derribados y pisados, siendo con palos y con otras armas heridos. Los enemigos de los muertos por odio y enemistad particular, mataban a sus compañeros mismos, no menos que si fueran de otra parcialidad; y cualquiera que antes de ahora hallase alguno de los que iban acechando, era luego llevado a morir como si fuera alguno de los zelotes. Pero los que con sobrada crueldad afligían y atormentaban a los que no merecían pena alguna, concedieron treguas a los malhechores; y habiendo salido de los albañales, adonde se habían escondido, dejáronlos ir, y teniendo ellos ya el templo y todas las cosas que dentro de él había, peleaban contra Simón con mayor atrevimiento y confianza. De esta manera fué partida la gente en dos partes, y de las tres parcialidades fueron hechas dos. Por otra parte, Tito, deseando mudar su campo de Escopon en parte que estuviese más cerca de la ciudad, puso gente de a pie y de a caballo por guarda de todas las salidas de los enemigos, y mandó que toda la otra gente de su ejército se ocupase en allanar el camino que había desde allí hasta la ciudad. Destruidas, pues, todas las albarradas de piedras y otros impedimentos, los cuales habían puesto defensa y guarda a sus huertos y campos, y cortada toda aquella selva, aunque era muy provechosa, que les estaba de frente, llenaron todos los fosos y valles que había; y cortadas las mayores y más eminentes piedras con sus instrumentos, hicieron todo aquel camino desde Escopon, adonde entonces estaban, hasta el monumento de Herodes muy llano, y todo el cerco del estaño que de las serpientes fué llamado Betara antiguamente. *** |
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