Capítulo IIDel peligro en que Tito se vió queriendo poner cerco a Jerusalén.Entrando ya Tito en la tierra de los enemigos, iba delante de él toda la gente que para su ayuda había tenido de los reyes: luego después los gastadores, que allanaban el camino y tomaban lugar para asentar el campo; después seguía el bagaje, y luego la gente de armas. Venía tras éstos Tito con gente de su guarda de la más escogida, y su alférez; después de ellos seguían los caballeros; éstos iban delante de sus máquinas e ingenios que de guerra traían; luego, cerca de esta gente escogida, seguían los tribunos y los capitanes con sus compañías; después, alrededor del Aguila, que era como principal bandera, venían muchas otras: iban delante de éstas sus trompetas, y luego seguían los escuadrones de los más viejos soldados, por su orden, muy concertados. Venía el vulgo de los criados detrás de cada legión de gente, y delante de ellos venía todo el bagaje; postreros iban los que ganaban sueldo, y por guardas de éstos los sargentos v cabos de escuadras. Haciendo, pues, según tienen los romanos por costumbre, muy en orden su camino, vino por Samaria a Gofna, la cual había sido antes ganada por su padre, y estaba aún en este tiempo con gente de guarnición. Habiéndose detenido allí una noche, luego a la mañana partió; y después de haber caminado todo el día, acabada su jornada, puso su campo en una parte que llaman los judíos en lengua hebrea Acanthonaulona, terca del lugar llamado por nombre Gbath Saúl, que quiere decir el valle de Saúl, lejos de Jerusalén casi treinta estadios. Partió de aquí con seiscientos caballeros escogidos y de los más principales, por dar vista a la ciudad y descubrir la fortaleza que tenía, y saber lo que los judíos en sus ánimos determinaban; si por ventura, viendo su presencia, se rendirían de miedo antes que peleasen. Habían oído lo que, a la verdad, pasaba: que todo el pueblo, muy afligido y trabajado por causa de los ladrones y sediciosos, deseaba mucho la paz; pero no osaba hacer algo, ni aun moverse, por verse menos poderoso que eran los enemigos y revolvedores. Entretanto que fué cabalgando a dar vista por los muros, ninguno pareció delante de las puertas; mas apartándose al camino de la torre Psefinon, y poniendo allí su escuadrón de gente de a caballo, salióle al encuentro infinito número de judíos por la parte que se llama las torres de las mujeres, y saliendo por la parte que está de frente del monumento de Helena, rompen con la gente de a caballo, y prohibieron a los unos que se juntasen con los otros que estaban apartados, y atajaron a Tito con algunos pocos más. No podía éste pasar más adelante, porque de allí hasta el muro había grandes fosos, había muchas huertas y muchas albarradas de piedras; y recogerse a los suyos que estaban en la montaña juntados, érale imposible por causa de los enemigos que estaban en medio. La mayor parte de la gente no sabía el peligro en que Tito, capitán de ellos, estaba; sino que pensando que volvía también con ellos, todos huían. Viendo que toda la esperanza de la salud general dependía de su esfuerzo y fortaleza, vuelve riendas a su caballo, y exhortando a voces a los suyos que lo siguiesen, échase por medio de los enemigos, trabajando en pasar por fuerza a los suyos que de la otra parte estaban. De esto sólo y de lo que en este tiempo sucedió, se puede colegir fácilmente tener Dios cuidado de los sucesos de las guerras y de los peligros de los capitanes y emperadores; porque habiendo tirado tantos dardos y saetas contra Tito, no estando armado ni a punto de guerra, porque, como dije, no había venido para pelear, sino para descubrir la fuerza de sus enemigos, con ninguno fué herido, antes parecía que todos volaban por el aire, como si no fuesen tirados para herirle; y echando lejos de sí con su espada los que a él se llegaban por los lados, y derribando muchos delante, corría con su caballo pisando los que caían. Había grandes alaridos que los judíos daban, por ver el ánimo y audacia del Capitán; amonestaban los unos a los otros que le acometiesen; otros, llegándose hacia ellos Tito, se partían aprisa, huyendo de donde quiera que él llegaba. Habíanse juntado con él algunos que se quisieron poner en el mismo peligro, por ser echados, parte por las espaldas y parte por los lados, y no tenía más que una esperanza de alcanzar salud cada uno, que era abrir el camino juntamente con Tito, antes que morir en manos de aquéllos pisado u oprimido. Así fueron de los más porfiados y pertinaces, uno herido, él y su caballo, y otro derribado y muerto, y su caballo fué tomado por los enemigos. Tito se salvó con todos los demás y se vino a su campo. Habiendo visto los judíos que en la primera escaramuza o combate habían sido vencedores, levantaron sus ánimos ensoberbecidos con la esperanza mal considerada; y aquel breve acaecimiento y de poca importancia, les ganó para después atrevimiento y buena esperanza, pero poco duradera. *** |
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