Capítulo VI

Cómo fué combatida Gadara.

Habiendo acometido Vespasiano la ciudad de los gadarenses, al primer asalto la tomó, porque estaba vacía de toda la gente de guerra.

Pasando luego de aquí más adentro, mató a todos, y aun hasta a los muchachos, sin que tuviesen los romanos compasión ni misericordia de alguno, acordándose de las muertes que habían sido cometidas contra Cestio, y también por el odio y aborrecimiento grande que contra los judíos tenían; y dió fuego no sólo a la ciudad, pero también quemó todos los lugares que alrededor había, y los lugarejos que estaban casi desolados, tomando toda la gente que en ellos hallaba.

Josefo llenó de miedo la ciudad que había deseado para defenderse; porque los tiberienses no creían que había de huir jamás, sino perdidas todas las esperanzas de poder sal­varse, y en esto no les engañaba la opinión de lo que Josefo quisiera. Veía éste en qué habían de parar las cosas de los judíos, y que sólo tenían un camino para salvarse y alcanzar salud, el cual era mudar su propósito y voluntad; él, por su parte, aunque confiase en que los romanos no lo habían de matar, todavía quisiera muchas veces más morir que vivir y tener prosperidad entre aquéllos, con afrenta del cargo que le había sido encomendado, y haciendo traición a su propia patria, contra los cuales había sido antes enviado.

Por tanto, determinó escribir a los principales de Jerusalén, y hacerles saber fielmente en qué estado estuviesen las cosas, porque levantando demasiado las fuerzas de los enemigos, no lo tuviesen por temeroso, o disminuyéndolas algo más de lo que a la verdad eran, no los moviese a soberbia y ferocidad, sin darles lugar de arrepentirse de lo hecho hasta allí, y que si les placía el concierto, luego se lo hiciesen saber, y si determinaban que prosiguiese la guerra, le enviasen ejército bastante para resistir a los romanos. Escritas estas cartas, enviólas con diligencia a Jerusalén.

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Usted está leyendo el Libro III de La Guerra de los Judíos