Capítulo XXVIII

De qué manera se aparejaron y pusieron en orden los de Jerusalén para la guerra, y de la tíranía de Simón Giora. 

Hasta ahora duraron las disensiones y discordias en Galilea entre los ciudadanos y naturales de allí; y después de apaciguados todos, poníanse en orden contra los romanos.

En Jerusalén trabajaba el pontífice Anano, y la gente poderosa, enemiga de los romanos, en renovar los muros; hacíanse dentro de la ciudad muchos instrumentos de guerra, muchas saetas y otras armas; y los mancebos eran muy diligentes en hacer lo que les mandaban. Estaba toda la ciudad llena de ruido, y los que buscaban y querían la paz, tenían gran tristeza; y muchos que consideraban las grandes muertes que había de haber, no podían dejar de llorar, pareciéndoles que todo era muy dañoso, y que se habían de destruir. Los que deseaban la guerra y la encendían, fingían a cada hora cuanto les parecía; y ya se mostraba la ciudad en estado de ser destruída antes que los romanos viniesen.

Anano trabajó en dejar todo aquel aparejo que se hacía para la guerra, y en apaciguar los zelotes, que eran los que lo revolvían, procurando de hacerles mudar de su locura en bien; pero de qué manera fué éste vencido y qué fin alcanzó, después lo contaremos.

En la toparquía y región Acrabatena, un hijo de Giora, llamado Simón, habiendo juntado consigo muchos de los que amaban y procuraban novedades y revueltas, comenzó a robar y hacer hurtos, y no sólo se entraba por fuerza en las casas de gente rica y poderosa, sino adernás de robarlos, los azotaba muy cruelmente, y comenzaba ya a hacerse públicamente tirano.

Habiendo Anano enviado los soldados de sus capitanes, huyó a juntarse a los ladrones que estaban en Masada con los que consigo ya tenía; y estando allí retraído hasta tanto que fueron muertos Anano y los otros enemigos suyos, destruía y talaba con sus compañeros toda la Idumea en canta manera, que los magistrados y regidores de esta gente, por la muchedumbre de las muertes y robos continuos que hacían, determinaron guardar las calles y lugares con soldados y gente de guarnición.

En esto, pues, estaban al presente tiempo las cosas de los judíos.

***

Usted está leyendo el Libro II de La Guerra de los Judíos