Capítulo X Del imperio de Claudio, del reino de Agripa y de su muerte. Muerto Cayo por maldad y traición, después de haber imperado tres años y seis meses, fué hecho, por el ejército que estaba en Roma, emperador Claudio. Todo el Senado, por relación de los cónsules de aquel año, Septimio, Saturnino y Pomponio Segundo, mandó que las tres compañías que estaban en la ciudad tuviesen cargo de guardarla, y juntáronse todos los senadores en el Capitolio, y por la crueldad de Cayo determinaban hacer la guerra a Claudio, porque querían que el imperio fuese regido por los principales, y que fuesen elegidos, como antes, los mejores para que fuesen emperadores. En este medio vino Agripa, y como fuese llamado por el Senado, que se juntase en Consejo, y por el César, que le ayudase en su ejército, por servirse de él en lo que sucediese y le fuese necesario, viendo Agripa que Claudio con su poder era ya César, juntáse con él; el César lo envió luego por embajador al Senado, por que mostrase su determinación y propósito, diciendo que lo habían elegido los soldados contra su voluntad, y lo habían llevado consigo, y que fuera cosa injusta dejar la afición que todos le tenían y desecharla, porque si no la recibiera, no se tenía por seguro, diciendo que le bastará esto para moverle envidia, haber sido llamado para reinar, y no haberlo querido aceptar, y que estaba aparejado para administrar el imperio, no como tirano, mas como benigno y clemente príncipe, porque bastante le era a él la honra del nombre, y que dejando todo lo demás al parecer de todos, si él de su natural no era modesto, tenía ejemplo para serlo y para refrenar su poder, viendo la muerte de Cayo. Como Agripa hubiese dicho todas estas cosas, respondióle el Senado, casi confiando en su ejército y en sus consejos, que no querían venir en servidumbre de su grado. Y recibida la respuesta de los senadores, volvióles a enviar otra vez a Agripa, diciendo que no podía él entender por qué los había de engañar y había de buscar daño para los que le habían encumbrado tanto y le habían hecho Emperador; y que forzado había de mover guerra contra ellos y contra su voluntad, con los cuales no quisiera él pelear en alguna manera del mundo, y que por tanto debían escoger un lugar fuera de la ciudad, en el cual peleasen, porque no era lícito ensuciar su patria con sangre de los ciudadanos, por causa de la obstinación de ellos. Dijo Agripa esta embajada al Senado. Estando en esto, uno de aquellos soldados que estaban con los senadores, desenvainó su espada, y dijo: "Compañeros, ¿por qué causa queremos ser matadores y salir contra nuestros propios parientes que siguen a Claudio, teniendo principalmente emperador, a quien no podemos dar culpa en alguna manera, y a quien debemos antes recibir disculpándonos, que no con armas?" Diciendo estas cosas, salióse por medio del Senado, siguiéndole todos los otros soldados. Desamparados los senadores por causa de este hombre, comenzaron a temer; y viendo que no les era cosa cómoda ni segura contradecir, siguiendo a los soldados, presentáronse a César. Saliéndoles al encuentro con las espadas desenvainadas los que ambiciosamente lisonjeaban al emperador y a su fortuna, y mataran a cinco en la salida, antes que César pudiese saber el ímpetu de los soldados, si Agripa, corriendo, no le denunciara el peligro grande que había, diciendo que, si no refrenaba el atrevimiento de su gente, que mostraba furor contra la sangre y la vida de los ciudadanos, perdería aquellos que daban lustre al imperio, y sería emperador de la soledad. Oyendo esto Claudio, detuvo a los soldados y recibió en sus tiendas a todos los senadores; y haciendo a todos gran honra, salió de allí e hizo a Dios sus sacrificios, según tienen por costumbre hacer sus ruegos. Luego también hizo donación a Agripa de todo el reino de su padre, añadiéndole más todo aquello que Augusto habla dado antes a Herodes, es a saber: la región Traconitide y de Auranitide, y además de esto otro reino que solían llamar Lisania. Hizo que con pregón fuese publicada esta donación, y mandó a los senadores que la pusiesen en el Capitolio escrita en tablas de cobre. Dió también muchos dones al hermano de Agripa, Herodes, el cual era yerno del mismo Agripa, casado con Berenice, reina de Calcidia. Veníale a Agripa de lo que le había sido dado mayor renta de lo que se podía pensar, aunque no la gastaba en cosas inútiles y desaprovechadas; pero comenzó a hacer un muro en Jerusalén, que si se pudiera acabar, fuera bastante para deshacer el cerco de los romanos cuando cercaban la ciudad; pero antes que esta obra se acabase, él murió en Cesárea, después de haber reinado tres años, y antes había sido tetrarca otros tres. Dejó tres hijas, nacidas de su mujer Cipride, Berenice, Marianima y Drusila, y un hijo de la misma mujer, llamado Agripa. Como fuese éste muy pequeño, Claudio hizo provincia todo aquel reino, enviando allá por procurador de todo a Cestio Festo, y después de éste, Tiberio Alejandro, los cuales, no trocando algo de las costumbres que los judíos tenían, tuvieron muy pacíficas todas aquellas tierras. Murió después Herodes, que reinaba en Calcidia, dejando dos hijos de su mujer Berenice, hija de su hermano: el uno llamado Bereniciano, y el otro Hircano; y de la primera mujer, Mariamma, dejó a Aristóbulo. El otro hermano suyo, llamado Aristóbulo, murió también privadamente, dejando una hija llamada Jopata. Estos eran, pues, los hijos, según dijimos, de Aristóbulo, que fué hijo de Herodes. Alejandiro y Aristóbulo eran hijos de Herodes y de Mariamma, a los cuales su padre mismo hizo matar. Los descendientes de Alejandro reinaron en Armenia la Mayor. *** |
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