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LIBRO TRIGÉSIMO CUARTO CAPÍTULO PRIMERO Ciertos escritores, como Eforo de Cimea, han comprendido en la historia general de los pueblos la descripción de sus respectivos países. CAPÍTULO II Tras alabar mucho a Eforo y manifestar que Eudoxio cuenta muy bien la historia griega, pero que Eforo da a conocer mejor las fundaciones de las ciudades, las familias, las transmigraciones, agrega: «Yo expondré el estado actual de las cosas en cuanto a determinación de lugares y distancias, porque esto es lo que más propiamente corresponde a la geografía». CAPÍTULO III Tal vez pregunten algunos por qué no he hablado con más detalles del estrecho de las columnas de Hércules, del mar exterior, de su naturaleza, de las islas Británicas, de la formación del estaño, de las minas de oro y plata que existen en Iberia, cosas de que otros autores han dicho tanto y a veces tan contradictorio. Las pasé en silencio, no por juzgarlas indignas de la historia, sino por no interrumpir la narración con cada cual de estos particulares asuntos, distrayendo la atención de los que estiman informes de esta clase. No quise mencionar de paso y en distintos lugares estas cosas, sino explicar en tiempo y lugar por mí elegido cuanto se sabe de cierto acerca de ellas. CAPÍTULO IV Jamás fue artificio de Homero lo maravilloso sin verosimilitud. Sabía muy bien que conviene, para ser creído, mezclar la invención con un poco de verdad. Esta observación la hace Polibio al tratar de los viajes de Ulises. CAPÍTULO V Polibio interpreta muy bien lo que a estos viajes concierne. «Eolo enseñaba a los navegantes la manera de maniobrar en el paso del estrecho, donde las costas son tortuosas y el flujo y reflujo hace la navegación difícil; por ello llamaron a Eolo dispensador y rey de los vientos. Danaüs por haber señalado manantiales en la Argólida, y Astreo por descubrir el movimiento retrógrado del sol, de adivinos y agoreros convirtiéronse en reyes. Así se debe comprender que los sacerdotes de los egipcios y de los caldeos y los magos, a causa de la superioridad de su instrucción, pasaran entre nuestros antecesores por príncipes o grandes. Por ello encontramos en cada dios al inventor de alguna de las cosas más útiles.» CAPÍTULO VI En su descripción de las diversas regiones de Europa, anuncia Polibio que no hablará de los antiguos geógrafos, pero sí examinará las opiniones de quienes les han criticado, como Dicearco y Eratóstenes, el último de los autores que de geografía se han ocupado, como asimismo la de Piteas, que pretende haber recorrido todas las partes accesibles de Bretaña y calcula la circunferencia de esta isla en más de 40.000 estadios. Piteas es quien nos habla de Thulé y de las regiones donde no existe tierra propiamente dicha, ni mar, ni aire, sino una especie de concreción de estos elementos parecida a la materia de las medusas, «masa que, envolviendo a la tierra, al mar, a todas las partes del universo, es como lazo común al través del cual ni se puede navegar ni andar». «Esta masa, agrega, parecida a la substancia de la medusa, puedo asegurar que existe por haberla visto; en lo demás que refiero me atengo al testimonio de otros.» Tales son las relaciones de este viajero, que además asegura haber visitado, a su regreso de aquellas regiones, todas las costas de Europa en el Océano, desde Gades a Tanaïs. «Pero, manifiesta Polibio, un particular, y particular poco rico, cual era Piteas, ¿cómo ha podido emprender tan largos viajes por mar y tierra? ¿Cómo Eratóstenes, dudando si en general debía prestarse fe a lo que este navegante dice, acepta sus opiniones en lo que atañe a Bretaña, Gades e Iberia? Tanto valdría fiarse de Evemeres de Mesina, que por lo menos sólo pretende haber llegado por mar a una región desconocida, la Pancaia, mientras aquel asegura haber visitado toda la Europa septentrional hasta los límites del mundo. Si el mismo Hermes se vanagloriase de haber hecho otra tanto, nadie le creería, y no obstante, Eratóstenes, que trata a Evemeres de Bergea, da fe al relato de Piteas, que el mismo Dicearco no cree.» Esta idea indica que Eratóstenes se atuvo a lo dicho por Piteas, tan criticado por Polibio. Por lo demás, ya hemos manifestado que Eratóstenes hablaba con poca exactitud del Occidente y norte de Europa, y debe perdonársele, como también a Dicearco, porque ninguno de ellos visitó estos territorios; pero ¿merecen perdón Posidonio y Polibio, sobre todo el último, que califica de dichos populares lo que Eratóstenes y Dicearco relatan sobre distancias de los lugares en algunas regiones, y él mismo, no sólo en otros puntos, sino halla en aquellos respecto de los cuales censura a los citados autores, incurre en error? CAPÍTULO VII Varias partes de Europa forman como grandes promontorios que se adentran mucho en el mar. Polibio clasifica estos promontorios mejor que Eratóstenes, pero no suficientemente bien. Éste no cuenta más que tres: uno que llega a las Columnas de Hércules y contiene la Iberia; otro que se prolonga hacia el Estrecho de Sicilia y forma la Italia, y el tercero que termina en el cabo de los maleos y comprende todas las regiones situadas entre el mar Adriático, el Ponto Euxino y el Tanaïs. Está conforme Polibio con Eratóstenes respecto a los dos primeros promontorios, pero opina que el tercero, cuya extremidad forma el cabo Sunium, además del de los maleos, sólo comprende la Iliria, toda la Grecia y una parte de Tracia. Cuenta después un cuarto promontorio que, conteniendo con el Quersoneso de Tracia las regiones del Estrecho situado entre las ciudades de Sestos y Abidos, lo ocupan los tracios, y últimamente un quinto que termina hacia el Bósforo Cimmeriano en la desembocadura del Palus-Meótides. CAPÍTULO VIII Al hablar Polibio de Megalópolis en su libro XXXIV de Iberia y Lusitania, manifiesta que en las profundidades del mar existen encinas con bellotas con que se alimentan y engordan los atunes. No es alejarse mucho de la verdad decir que los atunes son una especie de cerdos de mar que, como los de tierra, se alimentan y engordan con bellotas. CAPÍTULO IX Polibio pretende que el mar arroja esas bellotas hasta en las orillas del Lacio; a no ser, agrega, que también haya idénticas encinas en Cerdeña y en las regiones próximas a esta isla. CAPÍTULO X Describiendo Polibio en su libro XXXIV la felicidad de Lusitania, región de Iberia, que los romanos llaman la Hispania, cuenta que en este país es tan excelente el clima, que la raza humana y los demás animales son muy prolíficos y los frutos constantes. Las rosas, los lirios, los espárragos y otros productos sólo faltan tres meses al año. La pesca en aquellos mares es más abundante, mejor y más bella que la del nuestro. Cómprase por una dracma una fanega de cebada, y por nueve óbolos de Alejandría una de trigo; el ánfora de vino vale una dracma; una cabra mediana, tres o cuatro óbolos, y otro tanto una liebre; un cordero, tres o cuatro óbolos; una vaca, cinco dracmas; un buey a propósito para el yugo, diez. La carne de los animales no tiene casi ningún valor: se la distribuye gratuitamente y se la cambia por otras mercancías. CAPÍTULO XI Del río Betis ha tomado la región el nombre de Bética, como se llama Turditania la habitada por los turditanos o túrdulos. Algunos creen que ambos nombres designan un solo pueblo; otros opinan que son dos diferentes, y Polibio es de esta última opinión, pues dice que los túrdulos están al norte de los turditanos................................................................... .................................................................................................................................... A la ventaja de un país fértil une la Turditania las costumbres sencillas y civilizadas de sus habitantes, que, según Polibio, tienen asimismo los celtas, no sólo por la vecindad con aquel pueblo, sino por su unión a los turditanos con lazos de parentesco. Son, sin embargo, menos civilizados que éstos, porque viven dispersos en aldeas. CAPÍTULO XII Dicearco, Eratóstenes, Polibio y muchos otros escritores griegos sitúan las Columnas de Hércules junto al Estrecho. CAPÍTULO XIII Relata Polibio que en el templo de Hércules, construido en la isla de Gades, existe una fuente de agua potable, a la que se baja por algunos peldaños, manantial que aumenta o decrece en movimiento regular y contrario al flujo y reflujo del mar; de forma que cuando éste baja, la fuente está llena de agua, y seca cuando el mar sube. La causa de este fenómeno, según dice, es el aire que sale del interior de la tierra. Cubierta la superficie por el agua en la marea alta, y no puede el aire salir por sus conductos naturales, y al retroceder cierra los del manantial, secándole; pero al retirarse el mar toma el aire su camino acostumbrado, y dejando los conductos libres, brota el agua en abundancia. CAPÍTULO XIV «Al hablar Polibio de las importantísimas minas de plata que existen en Cartago Nova, manifiesta que se hallan a veinte estadios de la ciudad, y que son tan grandes que abarcan un terreno de 400 estadios de circunferencia, dando ocupación habitualmente a 40.000 trabajadores, cuya obra produce a Roma 25.000 dracmas diarios. No refiero el detalle de todas las operaciones de la explotación, por la brevedad, limitándome a lo que dice Polibio sobre la forma de tratar el mineral de plata que arrastran los ríos y torrentes. Metido en sacos se le tritura y tamiza cinco veces, poniendo los sacos en la corriente del agua; efectuado esto, se funde la materia pulverizada, separando el plomo de la plata, que queda pura. Estas minas de plata existen hoy; pero allí y en otros lugares pertenecen a particulares y no al Estado. Las de oro son en su mayor parte del Estado». CAPÍTULO XV El Betis y el Ana tienen su origen en la Celtiberia, aunque a distancia de 900 estadios uno de otro. CAPÍTULO XVI «En la descripción que hace Polibio de los pueblos celtíberos y de su región cita entre sus ciudades Segesama e Intercaia». CAPÍTULO XVII «Describe Polibio edificios notables por su estructura y el brillo de sus ornamentos al hablar de un rey de Iberia, ambicioso de rivalizar con el hijo de Fenicia, en cuya casa había vasijas de oro y plata llenas de vino de cebada». CAPÍTULO XVIII Desde los Pirineos hasta Narbona existen valles por los que corre el Ilebernis y el Roscinus junto a ciudades del mismo nombre habitadas por los celtas. En estas llanuras hay habitualmente peces, que los habitantes llaman fósiles. El suelo es muy movedizo y cubierto de fina hierba, y abriendo un agujero de dos o tres codos de profundidad, se encuentra una capa de arena, y debajo de ella manantiales que provienen de ríos en parte subterráneos; los peces entran con estas aguas por todos los puntos donde corren, y gustan mucho de las raíces de la hierba; de suerte que esta llanura está llena de peces subterráneos, que los hombres desentierran y comen. CAPÍTULO XIX «Por lo que toca a las bocas del Ródano, Polibio sostiene que sólo son dos, y censura a Timeo por haber dicho que eran cinco». CAPÍTULO XX El Loira discurre entre los Pictones y los Namnetos, y en tiempos pasados existía a orillas de este río una plaza comercial llamada Corbilón, de la que habla Polibio con motivo de la fábula de Piteas sobre la isla de Bretaña. «En una conversación, manifiesta, que los marselleses tuvieron con Escipión Emiliano, hablaron de esta isla sin decirle nada notable, y lo mismo le ocurrió con los habitantes de Narbona y de Corbilón, tan ignorantes en este punto como los marselleses, a pesar de que ambas ciudades fueran las mayores de este cantón. Piteas sólo se atrevió a inventar noticias sobre la isla de Bretaña». CAPÍTULO XXI «Refiere Polibio que se cría en los Alpes un animal de forma rara, muy parecido al ciervo, excepto en el cuello y pelo, que es de jabalí. Por debajo de la barba tiene una carúncula de forma cónica, velluda en la extremidad, de un palmo de larga y tan gruesa como una cola de caballo». CAPÍTULO XXII «Cuenta Polibio que en su época se descubrieron entre los Taurici Norici, en las proximidades de Aquilea, tan ricas minas de oro que a dos pies de profundidad se encontraba el mineral, y las excavaciones corrientes no pasaban de quince pies; que una parte era oro nativo en granos como habas o altramuces, los cuales, puestos al fuego, sólo disminuían en una octava parte, y aún depurado más, dejaba considerable producto. Agrega que los italianos se asociaron a los bárbaros para explotar estas minas, y en dos meses bajó el precio del oro una tercera parte en toda Italia, hasta que los Taurici advirtieron lo que ocurría, y expulsando a sus colaboradores extranjeros, vendieron solos este metal». CAPÍTULO XXIII «Hablando Polibio de la extensión y altura de los Alpes, compara estas montañas con las más elevadas de Grecia, tales como el Taigeto, el Liceo, el Parnaso, el Olimpo, el Pelión, el Ossa, y las de Tracia, el Hemus, el Redopo y el Dunax. Agrega que un hombre sin bagaje puede ascender a la cumbre de estas montañas en un solo día, y darles vuelta en casi el mismo tiempo; pero sabido es que no son suficientes dos días para subir a lo alto de los Alpes. En cuanto a su extensión en la base, manifiesta que llega a 2.200 estadios, y sólo cita cuatro pasos en esta cordillera: uno en la Liguria, cerca del mar Tirreno; otro por donde pasó Aníbal, y que cruza la región de los taurici; el tercero, por el territorio de los salassi, y el cuarto por el de los rheti, los cuatro, agrega, llenos de precipicios.» CAPÍTULO XXIV «Manifiesta Polibio que se produce en Capua un vino excelente, incomparable, del anadendrón.» CAPÍTULO XXV Según se dice, desde el cabo Japigieno hasta el Estrecho de Sicilia hay por tierra, siguiendo la costa, 3.000 estadios, y el mar de Sicilia la baña toda; pero por mar hay 500 estadios menos. CAPÍTULO XXVI Se dice que la mayor extensión a lo largo del Tirreno por la costa desde Luna, hasta Ostia, es de 2.500 estadios, y a lo ancho desde el mar hasta las montañas la mitad menor. Hay desde Luna hasta Pisa más de 400 estadios; de Pisa a Volterra, 290; de Volterra a Poplonium, 270; de Poplonium hasta las proximidades de Cossa, 800, y según algunos autores sólo 600; lo cual arroja para la distancia entre Luna y Cossa 1.760, o por lo menos 1.560 estadios; pero esta distancia no es, según Polibio, más que de 1.460 estadios. CAPÍTULO XXVII La isla de Etalia posee un puerto llamado Argoüs, nombre tomado, según se dice, del buque Argo... La isla Etalia se llamaba Lemnos. CAPÍTULO XXVIII Desde Sinuesse hasta Misenum forma la costa un golfo bastante grande, tras el cual aparece otro mayor que se llama Cráter, cerrado por los cabos Misenum y Ateneum. A lo largo de las costas de estos golfos se halla situada la Campania. Esta región de llanuras, la más feliz que se conoce, está rodeada por colinas fertilísimas y por las montañas de los samnitas y de los oscici. Pretende Antíoco, que la Campania fue antiguamente habitada por los oscici, y dice que también se llamaban amonos. Polibio distingue al parecer ambos pueblos, porque manifiesta que los oscici y los amonos habitan la comarca próxima al Cráter. CAPÍTULO XXIX «Manifiesta Polibio que las distancias a partir de Japigia se han medido en millas; que desde Japigia hasta la ciudad de Sila hay 562 millas y desde Sila a Acilina, 178». CAPÍTULO XXX Parece que hay más de 2.300 estadios desde el Estrecho de Sicilia hasta el cabo Lacinium, lugar consagrado a Juno, antes riquísimo y lleno de multitud de ofrendas en el cabo Japigiano. Este último intervalo forma lo que se llama la abertura del golfo de Tarento. CAPÍTULO XXXI «Nos dice Polibio: De los tres cráteres de Hiera, uno se halla en parte destruido, pero quedan dos, formando el mayor una abertura redonda de cinco estadios de circunferencia. Este orificio se estrecha en forma de embudo, hasta el punto de no tener más de cincuenta pies de diámetro, y se eleva un estadio sobre el nivel del mar, que se ve en el fondo del cráter cuando la atmósfera está tranquila.» «Si tales informes son dignos de crédito, acaso no convenga rechazar las tradiciones míticas relativas a Empédocles. «Siempre, agrega Polibio, que va a soplar viento sur, fórmase alrededor de la isla tenebrosa nube, que impide ver la Sicilia; mas si es viento norte, vense salir del referido cráter brillantes llamas, y el ruido que en él se produce es más violento. El efecto del aire de Oeste es un término medio entre los dos citados. Los otros cráteres son parecidos a éste en la forma, pero las erupciones no tan fuertes. Por la intensidad del ruido y por el lugar donde aparecen las llamas y el humo, puede predecirse tres días antes el viento que reinará. Algunas veces, tras una calma absoluta en Lipara, los habitantes han anunciado los terremotos, sin equivocarse jamás». CAPÍTULO XXXII «Próximo al Ponto Euxino hallábase el monte Hemus, el más alto de aquella región. Divide la Tracia en dos partes casi iguales. Polibio se equivoca al afirmar que desde su cima se ven los dos mares, porque además de la distancia considerable que la separa del Adriático, existen en el intervalo demasiados obstáculos para que la vista alcance a este mar». CAPÍTULO XXXIII Las primeras partes de las costas del golfo Jónico son los alrededores de Epidammo y de Apolonia. Desde esta última ciudad se va a Macedonia por la vía Egnatia, que se dirige al Este y tiene piedras miliares hasta Cipsela y el río Hebrus, lo que comprende un espacio de 535 millas. Si, como de costumbre, se gradúa la milla en ocho estadios, sumará 4.280 estadios; mas, según el cálculo de Polibio, que añade dos pletros, es decir, un tercio de estadio a cada milla, debe añadirse a la suma citada 178 estadios. Los que parten de Epidamno y los que salen de Apolonia, tras recorrer igual distancia, hállanse en mitad de la vía. Toda ella lleva el nombre de Egnatia, pero a su primera parte llámase también camino de Candavia, que es una montaña de Iliria, a donde conduce este camino, entre la ciudad de Liquindos y un lugar llamado Pilón, que separa Iliria de Macedonia. Desde allí pasa próxima a Barenus y va por Heraclea, los Lincestro y los Eorli, a la ciudad de Edessa, a la de Pella y hasta Tesalónica. CAPÍTULO XXXIV El circuito del Peloponeso, sin seguir los contornos de los golfos, es de 4.000 estadios. CAPÍTULO XXXV «No sin razón observa Artemidoro el error de Polibio al contar 10.000 estadios desde el cabo Maleo hasta el Ister, al Norte. Artemidoro afirma que sólo hay 6.500. La causa de este error consiste en que Polibio no se refiere al camino más corto, sino al que seguiría tal vez un general con su ejército». CAPÍTULO XXXVI «Por lo que toca a las regiones que se extienden en línea recta desde el Éufrates y la ciudad de Tomisa, fortaleza de la Sofena, hasta la India, las distancias que señala Artemidoro están conformes con las de Eratóstenes, y Polibio mismo manifiesta que, respecto a estos lugares, hay que dar fe a Eratóstenes. Comienza por Samosata de la Comagena, situada próxima al puente del Éufrates, y cuenta desde la frontera de la Capadocia, cerca de Tomisa hasta dicha ciudad, 450 estadios». CAPÍTULO XXXVII «Polibio, que visitó la ciudad de Alejandría en tiempo de los reyes de Egipto, deplora amargamente la situación en que se la encontró después. «Existían, dice, tres clases de habitantes: los egipcios o indígenas, inteligentes y sumisos a las leyes; los mercenarios, muy numerosos e indisciplinados, por ser antigua costumbre allí mantener tropas extranjeras, pero la nulidad de los príncipes les enseñó más a mandar que a obedecer; y los alejandrinos, que por igual causa no se les gobernaba fácilmente. Valían, no obstante, más que los mercenarios, porque, aun siendo raza mezclada, su origen griego les hacía conservar algo del carácter propio de esta nación. La última clase fue casi aniquilada, principalmente por Evergetes Fiscón, en cuyo reinado fue Polibio a Alejandría. Irritado este príncipe por los motines de los alejandrinos, les entregó varias veces al furor de los soldados, que los degollaban. Visto el estado en que se halla esta ciudad, agrega el mismo autor, hay que decir con Homero: Recorrer el Egipto, ruta larga y penosa. |
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