AristófanesLas nubesPersonajes ESTREPSÍADES, agricultor ateniense. FIDÍPIDES, su hijo. UN ESCLAVO DE ESTREPSÍADES. UN DISCIPULO DE SOCRATES. SÓCRATES, el filósofo. EL CORO DE NUBES, en figura de mujeres. EL ARGUMENTO MEJOR, representado como un hombre mayor de porte antiguo. EL ARGUMENTO PEOR, un joven con atuendo moderno. EL ACREEDOR 1.º EL ACREEDOR 2.º QUEROFONTE, discípulo de Sócrates. PERSONAJES MUDOS: Discípulos de Sócrates; Testigos del Acreedor 1º; Jantias, esclavo de ESTREPSÍADES; otros esclavos. Hay dos casas, una grande, que pertenece a ESTREPSÍADES y otra pequeña, en la que viven SÓCRATES y sus discípulos. Ante la casa de ESTREPSÍADES, en primer plano, se simula un interior. Es todavía de noche. Ocupan sendas camas ESTREPSÍADES y su hijo FIDÍPIDES. El padre da vueltas en la cama y acaba por levantarse. ESTREPSÍADES. ¡Ay, ay, Zeus soberano!, ¡qué larga es la noche! Es interminable. ¿Nunca se hará de día? La verdad es que he oído hace un rato cantar al gallo, pero los esclavos aún están roncando. Antes no hubiera pasado esto. ¡Maldita seas, guerra, maldita por tantas y tantas cosas, cuando ya ni siquiera puedo castigar a los esclavos! 1 Tampoco el chico este se despierta en toda la noche. ¡Mira cómo se tira pedos bien envuelto con cinco mantas! En fin, si os parece, vamos a roncar bien tapados. (Se acuesta y se tapa.) Nada, no puedo dormir, ¡pobre de mí!, mordido como estoy por los gastos, los pesebres y las deudas, por culpa de este hijo. Él, con su pelo largo, monta, guía el carro y sueña, todo con caballos. En cambio yo estoy hecho polvo cuando veo que la luna me trae otra vez el día veinte del mes, pues los intereses se acumulan 2. (Hacia la casa.) Chico, coge el candil y saca los apuntes de mis cuentas, para que mire a quién le debo dinero y calcule los intereses. (Un esclavo trae un candil y las tablillas con las cuentas.) A ver qué debo. «Doce minas a Pasias». ¿De qué, doce minas a Pasias? ¿Por qué se las pedí prestadas? Ya está: cuando compré el caballo señalado con la «coppa». ¡Pobre de mí!, ¡ojalá me hubiera señalado 3 antes el ojo con una piedra! FIDÍPIDES. (Dormido.) Filón, estás haciendo trampa. Ve por tu calle. ESTREPSÍADES. Ésa, ésa es la desdicha que me tiene hecho polvo: hasta dormido sueña con los caballos. FIDÍPIDES. (Dormido.) ¿Cuántas vueltas a la pista van a dar los carros de guerra? 4. ESTREPSÍADES. ¡Tú sí que me haces dar muchas vueltas a mí, a tu padre! Después de Pasias, ¿en qué deuda me metí? «Tres minas por un carro pequeño y un par de ruedas a Aminias.» FIDÍPIDES. (Dormido.) Haz que el caballo se revuelque 5 y luego llévatelo al establo. ESTREPSÍADES. ¡Ay, amigo!, ¡a mí sí que me has revolcado... fuera de mi dinero: ya he perdido varios pleitos y otros acreedores dicen que me van a embargar por los intereses! FIDÍPIDES. (Despierto.) A ver, padre; ¿por qué te pones de mal humor y andas dando vueltas toda la noche? ESTREPSÍADES. Me está picando entre las mantas... un demarco 6. FIDÍPIDES. ¡Déjame dormir un poco, hombre! (Se tapa otra vez y sigue durmiendo.) ESTREPSÍADES. ¡Por mí, duerme! Pero para que te enteres: todas estas deudas serán tu problema. ¡Ay, ojalá hubiera reventado la casamentera que me empujó a casarme con tu madre! Yo llevaba una vida de agricultor muy agradable: sucio y mugriento, tumbado a la bartola, con un montón de rebaños, de miel de abejas y de aceitunas prensadas. Pero me fui a casar con la sobrina de Megacles, hijo de Megacles, yo, un campesino, con una de ciudad: una señoritinga loca por el lujo, del estilo de Cesira7. El día que me casé con ella, yo, acostado a su lado, olía a vino nuevo, a higos secos, a copos de lana y a abundancia, pero ella olía a perfume, a azafrán, a morreos, a despilfarro, a glotonería, a Afrodita Colíade y a Genetilide.8 Sin embargo, no diré que era una vaga, que ella tejía y tejía, así que yo le mostraba esta capa (señala su capa) tomándola como excusa para decirle: «Mujer, tejes demasiado apretado» 9. ESCLAVO. (El candil se apaga.) No nos queda aceite en el candil. ESTREPSÍADES. ¡Rayos! ¿Por qué me encendiste el candil que chupa tanto? Ven aquí, que me las vas a pagar. ESCLAVO. ¿Por qué te las voy a pagar? ESTREPSÍADES. Porque le metiste una mecha de las más gruesas. (El ESCLAVO se va.) Más adelante, cuando nos nació este hijo, a mí y a la buena de mi mujer, nos empezamos a pelear por el nombre. Ella quería añadir «ipo» 10 al nombre: Jantipo, Queripo o Calipides, mientras que yo quería ponerle Fidónides, por su abuelo. Pasaba el tiempo mientras tratábamos de decidirlo y, al fin, llegamos a un acuerdo y le pusimos FIDÍPIDES. Ella cogía a este tipo y le decía cariñosamente: «Cuando tú seas mayor y conduzcas la carroza hacia la Acrópolis 11 como Megacles, con la túnica de lujo...». Yo, en cambio, le decía: «Más bien cuando traigas las cabras desde el Roquedal, como tu padre, vestido con la pelliza». Pero él no me hacía ni pizca de caso y así hizo que cayera sobre mis bienes una peste caballar 12. Llevo toda la noche pensando cómo salir de esto y, por fin, ahora acabo de encontrar un camino totalmente excepcional; si consigo convencerlo de que lo siga, me veré a salvo. Bueno, en primer lugar quiero despertarlo. ¿Cómo podría yo despertarlo suavemente?, a ver, ¿cómo? ¡Fidípides, Fidipidito! FIDÍPIDES. ¿Qué pasa, padre? ESTREPSÍADES. Bésame y dame tu mano derecha 13 FIDÍPIDES. (Se incorpora y le alarga la mano.) Aquí la tienes. ¿Qué pasa? (Las camas son retiradas del escenario.) ESTREPSÍADES. Dime, ¿tú me quieres? FIDÍPIDES. Sí, ¡por Posidón Hípico, aquí presente! (Señala una estatua.) ESTREPSÍADES. No, no por el Hípico, ni hablar, que ese dios es el culpable de mis desgracias. Pues si me quieres de verdad, de corazón, obedéceme, hijo. FIDÍPIDES. ¿Y en qué tengo que obedecerte? ESTREPSÍADES. Cambia de un plumazo tu estilo de vida y vete a aprender lo que yo te diga. FIDÍPIDES. A ver, dime, ¿qué me mandas? ESTREPSÍADES. ¿Me vas a hacer caso? FIDÍPIDES. Te haré caso, ¡por Dioniso! ESTREPSÍADES. Bien, pues mira aquí. ¿Ves esa puertecita y esa casita? (Señala la casa de SÓCRATES.) FIDÍPIDES. Sí. ¿Qué es eso en realidad, padre? ESTREPSÍADES. Eso es el «caviladero» de los espíritus selectos. Ahí viven unos hombres que, al hablar del cielo, tratan de convencerte de que es una tapadera de horno, y de que está alrededor de nosotros, que somos los carbones. Si se les paga, ellos te enseñan a ganar pleiteando todas las causas, las justas y las injustas. FIDÍPIDES. ¿Y quiénes son? ESTREPSÍADES. No sé exactamente el nombre. Son «cavilopensadores», gente bien. FIDÍPIDES. Bah, unos hijos de perra. Ya sé yo: te refieres a esos fantasmones, paliduchos y descalzos, entre los que están el desgraciado de Sócrates y Querefonte. ESTREPSÍADES. Eh, eh, cállate. No digas niñerías. Si algo te importan los garbanzos de tu padre, hazte de su grupo, por favor, y manda los caballos a paseo. FIDÍPIDES. Ni hablar, ¡por Dioniso!, ni aunque me dieras los faisanes que cría Leógoras 15 ESTREPSÍADES. Anda, ve, te lo pido por favor, hijo de mi alma; ve a que te enseñen. FIDÍPIDES. ¿Y qué quieres que aprenda? ESTREPSÍADES. Dicen que con ellos están los dos Argumentos, el Mejor, sea como sea, y el Peor. De esos dos Argumentos, dicen que el Peor gana los pleitos defendiendo las causas injustas. Así que, si me aprendes ese Argumento injusto, de lo que ahora debo por tu culpa, de todas esas deudas, no tendría que devolver ni un óbolo a nadie. FIDÍPIDES. No te puedo obedecer, que ni me atrevería a mirar a la cara a los caballeros estando tan descolorido. ESTREPSÍADES. ¡Por Deméter! Que conste que de lo mío no vas a probar bocado, ni tú, ni el caballo del tiro, ni el marcado con la s. Te echaré de casa, ¡a hacer puñetas! 16 FIDÍPIDES. Pues mi tío Megacles no va a consentir que yo me quede sin caballos. Hala, me voy adentro, y a ti, ¡ni caso! (Entra en su casa.) ESTREPSÍADES. Pues yo, desde luego, no voy a quedarme así, hecho polvo. Voy a encomendarme a los dioses e iré yo en persona al caviladero para que me enseñen. Pero a mí, con lo viejo, lo olvidadizo y lo burro que soy, ¿cómo me van a entrar esas exquisiteces y esas finuras de argumentos? No tengo más remedio que ir. ¿Por qué ando perdiendo el tiempo con estas cosas en vez de llamar a la puerta? (Llama a la puerta del caviladero.) ¡Chico, chico! DISCÍPULO. (Abriendo la puerta.) ¡Al cuerno! ¿Quién llama a la puerta? ESTREPSÍADES. Estrepsíades, hijo de Fidón, de Cicina17. DISCÍPULO. ¡Un patán, por Zeus!: le has pegado una patada a la puerta de una forma tan increíble que has hecho abortar una idea recién inventada. ESTREPSÍADES. Perdona, es que yo vivo lejos, en el campo. Anda, dime la idea abortada. DISCÍPULO. No se nos permite decirla a los que no sean discípulos. ESTREPSÍADES. Entonces, dímela con toda confianza, que yo, aquí donde me ves, vengo al caviladero para ser discípulo. DISCÍPULO. Te lo voy a decir, pero hay que considerar estas cosas como misterios. Hace un momento preguntaba Sócrates a Querefonte cuántas veces podría saltar una pulga la longitud de sus pies, pues una mordió la ceja de Querefonte y luego saltó a la cabeza de Sócrates. ESTREPSÍADES. ¿Y cómo consiguió medirlo? DISCÍPULO. De una forma muy astuta. Fundió cera; después cogió la pulga y le sumergió los dos pies en la cera; cuando la pulga se enfrió, se le habían formado unas zapatillas persas18; se las quitó, y medía con ellas la distancia. ESTREPSÍADES. ¡Zeus soberano!, ¡qué finura de mente! DISCÍPULO. ¿Pues qué dirías si te enteraras de este otro pensamiento de Sócrates? ESTREPSÍADES. ¿Cuál? Por favor, cuéntamelo. DISCÍPULO. Le preguntaba Querefonte de Esfeto19 si, en su opinión, los mosquitos cantan por la boca o por el culo. ESTREPSÍADES. ¿Y qué dijo él sobre el mosquito? DISCIPULO. Decía que el intestino del mosquito es estrecho, y que por ser un conducto delgado el aire pasa por él con fuerza directamente hasta el culo. Después, como el ano resulta ser un espacio hueco junto a un conducto estrecho, hace ruido por la fuerza del aire. ESTREPSÍADES. Así que el ano de los mosquitos es una trompeta. ¡Tres vivas por esta investigación intestinal! Seguro que si lo acusaran saldría absuelto fácilmente el que conoce tan bien el intestino del mosquito. DISCÍPULO. Pues hace un par de días se vio privado de un gran pensamiento por una salamanquesa. ESTREPSÍADES. ¿De qué modo? Cuéntamelo. DISCÍPULO. Investigaba el curso y los desplazamientos de la luna, y al estar con la boca abierta mirando hacia arriba como era de noche, un geco le cagó desde el alero. ESTREPSÍADES. ¡Qué gracioso el geco ese que le cagó encima a Sócrates! DISCÍPULO. Pues ayer por la noche no teníamos cena. ESTREPSÍADES. ¡Ajá! y, ¿cómo se las ingenió para conseguir los garbanzos? DISCÍPULO. Espolvoreó la mesa con una capa fina de ceniza, curvó un asador, lo usó como compás y... robó un manto del gimnasio 20. ESTREPSÍADES. Entonces, ¿por qué seguimos admirando a aquel Tales? Abre, abre el caviladero, termina ya, y enséñame a Sócrates lo más aprisa que puedas, que quiero ser su discípulo. ¡Venga, abre la puerta! (El DISCÍPULO abre la puerta. La máquina escénica trae al escenario a varios grupos de discípulos.) ¡Heracles!, ¿de dónde han salido estos animales? DISCÍPULO. ¿Por qué te asombras? ¿A qué crees que se parecen? ESTREPSÍADES. A los laconios capturados en Pilos 21, pero, ¿por qué razón están mirando al suelo esos de ahí? (Señala a un grupo de discípulos.) DISCÍPULO. Investigan lo que hay bajo tierra. ESTREPSÍADES. Entonces buscan cebollas 22. No os preocupéis (al grupo) más por eso, que yo sé dónde las hay grandes y hermosas. ¿Y qué están haciendo esos otros, los que están tan encorvados? (Señala otro grupo.) DISCÍPULO. Ésos escrutan las tinieblas que hay más allá del Tártaro 23. ESTREPSÍADES. ¿Y por qué su culo mira al cielo? DISCÍPULO. Está aprendiendo astronomía por su cuenta. (A los discípulos que están fuera de la casa.) Venga, entrad, no sea que él os pille fuera. ESTREPSÍADES. Aún no, aún no; que se queden, que quiero ponerlos al corriente de un asuntillo mío. DISCÍPULO. Es que no les está permitido pasar demasiado tiempo fuera al aire libre. (Los discípulos mencionados entran en el caviladero.) ESTREPSÍADES. (Va señalando algunos objetos.) ¡Por los dioses!, ¿qué es esto? Dime. DISCÍPULO. Esto de aquí es astronomía. ESTREPSÍADES. Yeso otro, ¿qué es? DISCÍPULO. Es geometría. ESTREPSÍADES. Y,¿para qué sirve? DISCÍPULO. Para medir la tierra. ESTREPSÍADES. ¿La que se adjudica en parcelas? 24. DISCÍPULO. No, toda la tierra. ESTREPSÍADES. ¡Qué cosa más buena! Esa idea es democrática y útil. DISCÍPULO. Yéste es un mapa de toda la tierra. ¿Ves? Aquí está Atenas. ESTREPSÍADES. ¿Qué dices? No lo creo, porque no veo a los jueces en sesión 25. DISCÍPULO. Puedes estar seguro de que este territorio es el Ática. ESTREPSÍADES. ¿Ydónde están los de Cicina, mis vecinos? DISCÍPULO. Están justamente aquí. (Señalando la zona en el mapa.) Yésta, como ves, es Eubea, situada a lo largo del continente un buen trecho. ESTREPSÍADES. Lo sé bien, pues la situamos fuera de juego nosotros con Pericles 26. Pero ¿dónde está Lacedemonia?.27 DISCÍPULO. ¿Que dónde está? Ahí la tienes. (Señalando.) ESTREPSÍADES. ¡Qué cerca de nosotros! Planteaos de nuevo esto: apartarla de nosotros todo lo posible. DISCÍPULO. No se puede. ESTREPSÍADES. ¡Por Zeus! Ospesará entonces. (SÓCRATES aparece en un cesto colgado del techo mediante una grúa.) ¡Anda! y ¿quién es ese hombre que está en la cuerda colgada del gancho? DISCÍPULO. Es él. ESTREPSÍADES. ¿El, quién? DISCÍPULO. Sócrates. ESTREPSÍADES. ¡Sócrates! Anda, llámamelo bien fuerte. DISCÍPULO. Llámalo tú mismo, que yo no tengo tiempo. (Entra en la casa.) ESTREPSÍADES. ¡Sócrates, Socratillo! SÓCRATES. ¿Por qué me llamas, efímera criatura? ESTREPSÍADES. En primer lugar, dime qué haces, por favor. SÓCRATES. Camino por los aires y paso revista al sol 28. ESTREPSÍADES. ¿Así que «pasas» de los dioses desde un cesto en vez desde el suelo, si eso es lo que haces? SÓCRATES. Nunca habría yo llegado a desentrañar los fenómenos celestes si no hubiera suspendido mi inteligencia y hubiera mezclado mi sutil pensamiento con el aire semejante a él. Si yo, estando en el suelo, hubiera examinado desde abajo las regiones de arriba, nunca habría desentrañado nada. Seguro, porque la tierra arrastra hacia así la sustancia del pensamiento. Eso mismo les pasa también a los berros. ESTREPSÍADES. ¿Cómo dices? ¿El pensamiento arrastra la sustancia hacia los berros? Anda, baja hasta mí, Socratillo, para que me enseñes las cosas por las que he venido. SÓCRATES. (Descendiendo del cesto.) Y,¿para qué has venido? ESTREPSÍADES. Quiero aprender a discursear, pues por culpa de los intereses y de los acreedores mal dispuestos, me veo despojado y saqueado: tengo todo embargado. SÓCRATES. ¿Y cómo es que te has endeudado sin enterarte? ESTREPSÍADES. Me hizo polvo una enfermedad hípica, que consume muchísimo. Pero anda, enséñame uno de tus dos Argumentos, aquél que no paga nada. Y cualquiera que sea la remuneración que me pidas, juraré por los dioses pagártela puntualmente. SÓCRATES. ¿Que vas a jurar por los dioses? Para empezar, los dioses no son de curso legal 29 entre nosotros. ESTREPSÍADES. Entonces, ¿por qué cosa juráis? ¿Por unas monedas de hierro, como en Bizancio?30 SÓCRATES. ¿Quieres saber con claridad en qué consiste exactamente lo divino? ESTREPSÍADES. Sí, por Zeus, si puede ser. SÓCRATES. ¿Y entablar diálogo con las Nubes, nuestras divinidades? ESTREPSÍADES. Sí, sí. SÓCRATES. Pues siéntate en el jergón sagrado31. (Señala un humilde jergón.) ESTREPSÍADES. Vale, ya me siento. SÓCRATES. Ahora coge esta corona. (Le da una corona.) ESTREPSÍADES. ¿Una corona para qué? ¡Pobre de mí!, no me sacrifiquéis como a Atamante 32, Sócrates. SÓCRATES. No; es que esto se lo hacemos a todos los que se inician. ESTREPSÍADES. ¿Y qué voy a sacar yo en limpio? SÓCRATES. En discursear te convertirás en un experto, en unas castañuelas, en harina de la más fina. ¡Pero estáte quieto! (Lo espolvorea con harina muy molida.) ESTREPSÍADES. ¡Por Zeus!, no me vas a tomar el pelo, que espolvoreado de esta manera me voy a convertir de verdad en harina. SÓCRATES33. Es preciso que el anciano guarde un silencio reverente y preste oídos a la plegaria. ¡Oh Rey soberano, inconmensurable Aire, que sostienes la tierra en el espacio, y tú, Éter brillante, y vosotras, Nubes, veneradas diosas del trueno y el rayo, levantaos, oh señoras, apareceos en las alturas al hombre que cavila! ESTREPSÍADES. (Mientras se tapa con la capa.) Aún no, aún no, hasta que me eche por encima ésta, no me vayan a mojar. ¡Si seré imbécil que he salido de casa sin llevar ni siquiera la gorra! SOCRATES. Así pues, ¡oh Nubes muy venerables!, venid34 a mostraros a este hombre, ya sea que os encontréis en las sagradas cimas del Olimpo, batidas por la nieve, ya sea que con las Ninfas forméis un coro sagrado en los jardines de vuestro padre Océano, ya sea que con áureos jarros extraigáis agua en las bocas del Nilo, ya sea que habitéis en el lago Meotis o en la cima nevada del Mimante. Prestadme oídos aceptando el sacrificio y alegrándoos con los sagrados ritos. (Comienza a oírse el canto del coro de nubes, sin que se haga visible35. Al mismo tiempo se oyen truenos.) CORO. Nubes imperecederas, alcémonos, visibles en nuestra brillante apariencia húmeda, desde nuestro padre Océano, de profundo estruendo, hasta las cimas de altísimos montes cubiertas de árboles, para que contemplemos las atalayas que se divisan a lo lejos, los frutos y la sagrada tierra bien regada, el cadencioso martillo de los divinos ríos, y el mar que con sordo fragor resuena; pues el ojo incansable del Éter resplandece con sus brillantes rayos. Ea, sacudamos de nuestra forma inmortal la lluviosa niebla, y contemplemos, con mirada que mucho abarca, la tierra. SÓCRATES. Oh muy venerables Nubes, está claro que habéis escuchado mi llamada. (A Estrepsíades.) ¿Has oído su voz y el rugido del divino trueno que inspira temor? ESTREPSÍADES. Sí, y os adoro, ¡oh muy honorables!, y quiero tirarme pedos en respuesta a los truenos, de tanto que me asusto y tiemblo ante ellos. Y si es licito, ahora mismo ya -y aunque no sea lícito también- voy a cagar. SÓCRATES. Déjate de bromas y no hagas lo que esos malditos comediantes; estáte quieto y callado, pues un nutrido enjambre de diosas se aproxima cantando. CORO. (No visible aún.) Doncellas portadoras de la lluvia, vayamos a la espléndida tierra de Palas, para contemplar el muy deseable país de Cécrope, rico en hombres valerosos36; lugar sagrado de ritos indecibles37, donde un santuario que acoge a los iniciados abre sus puertas en los Sagrados Misterios. Allí se brindan presentes a los dioses celestiales, templos hay de elevado techo, estatuas, procesiones sacratísimas de los bienaventurados, sacrificios y fiestas a los dioses, con ornamento de coronas, en las estaciones más diversas, y al llegar la primavera, el don de Bromio38: la porfía de los coros melodiosos y la música de las flautas de grave sonido. ESTREPSÍADES. Por Zeus te lo pido, Sócrates, dime quiénes son las que entonan ese canto tan solemne. ¿No son alguna clase de heroínas, verdad? SÓCRATES. Nada de eso. Son las Nubes celestiales, grandes diosas para los hombres inactivos, que nos facilitan el pensamiento, la dialéctica, la inteligencia, la expresión de invenciones novedosas, el circunloquio, el desconcertar al auditorio y el tenerlo a raya 39 ESTREPSÍADES. Entonces, por eso, al oírlas, mi alma ha remontado el vuelo y está deseando ya hablar sutilmente y decir finuras sobre el humo40, rebatir una sentencia con una sentencilla sutil y oponerse a un argumento con el argumento contrario. Así que, si puede ser, quiero verlas ya a las claras. SÓCRATES. Pues mira por este lado, en dirección al monte Parnes41, que ya las diviso descendiendo lentamente. ESTREPSÍADES. A ver, ¿por dónde? Señálamelo. SÓCRATES. Por ahí (Señalando a un lado)42 viene un gran número de ellas atravesando navas y bosques, por ahí, por ese lado. ESTREPSÍADES. (Mirando en la dirección indicada.) ¿Qué, qué? Yo no las veo. SÓCRATES. Allí, junto a la entrada lateral. ESTREPSÍADES. Sí, ahora ya, por donde dices, empiezo a verlas43. (Entra el coro de nubes, representadas por mujeres.) SÓCRATES. Ahora ya no tienes más remedio que verlas, a no ser que tengas unas legañas tan grandes como calabazas. ESTREPSÍADES. Sí, por Zeus. ¡Oh venerables! Ya ocupan todo. SÓCRATES. ¿Y la verdad es que no sabías que son diosas, ni creías en ellas? ESTREPSÍADES. Desde luego que no, por Zeus. Yo las tomaba por niebla, rocío y vapor. SÓCRATES. Por Zeus, es que no sabes que ellas apacientan a muchísimos «listillos»44, adivinos de Turios45, profesores de medicina46, gandules melenudos con sellos de ónice47. Y a los moduladores de canciones de los coros ditirámbicos, embaucadores aéreos48, a esos seres ociosos que nada hacen, los apacientan porque componen poesías para ellas. ESTREPSÍADES. Entonces por eso componen aquello de «ímpetu destructor de las húmedas nubes que culebrea resplandeciente»49, «mechones de Tifón»50 «de cien cabezas», «tempestades de violento fuelle» y también «aéreos seres húmedos, aves de curvas garras que se mecen en el aire» y «aguaceros de las nubes llenas de rocío», y como recompensa por ello engullen51 filetes de opíparos y sabrosos mújeles, y «pajariles» carnes de zorzal. SÓCRATES. Sí, por causa de ellas. Y con razón, ¿no? ESTREPSÍADES. A ver, dime: si de verdad son nubes, ¿qué les ha pasado, que parecen mujeres mortales? Porque aquéllas de allí (Señala al cielo) no son así. SÓCRATES. Bueno, pues, ¿cómo son? ESTREPSÍADES. No lo sé bien, pero se parecen a copos de lana esponjados y no a mujeres, ¡por Zeus!; eso, ni una pizca. En cambio, éstas de aquí tienen nariz. SÓCRATES. A ver, contéstame a lo que voy a preguntarte. ESTREPSÍADES. Di lo que quieras, sin más. SÓCRATES. Alguna vez, al mirar para arriba, ¿has visto una nube parecida a un centauro, a un leopardo, a un lobo o a un toro? ESTREPSÍADES. Sí, por Zeus. Y eso, ¿qué? SÓCRATES. Se convierten en todo lo que quieren. Así que si ven a un melenudo, un bruto de esos muy velludos, como el hijo de Jenofanto, para burlarse de su pasión adoptan la forma de centauros52. ESTREPSÍADES. Y si ven a un ladrón del erario público, a Simón53, ¿qué hacen? SÓCRATES. Para proclamar su condición se convierten de golpe y porrazo en lobos. ESTREPSÍADES. Claro, por eso ayer, al ver ellas a Cleónimo el arrojaescudos, como le echaron la vista encima a un tío tan cobarde, se convirtieron en ciervos. SÓCRATES. Y ahora, como han visto a Clistenes54, ¿ves tú?, por eso se han convertido en mujeres. ESTREPSÍADES. (Al CORO.) ¡Bienvenidas, entonces, señoras! Y ahora, si alguna vez lo hicisteis para otro, reinas todopoderosas, emitid también para mí vuestra voz tan descomunal como el propio cielo. CORO. ¡Salud, anciano cargado de años, cazador de palabras artísticas!, y tú (A SÓCRATES), ¡sacerdote de las naderías más sutiles!, explícanos lo que quieres. Pues a ningún otro de los eruditos de hoy en día en temas celestes atenderíamos, excepto a Pródico: a él, por su sabiduría y su inteligencia55, y a ti, porque caminas con paso arrogante por las calles, lanzas miradas de reojo, soportas descalzo muchas cosas desagradables y presumes a costa nuestra. ESTREPSÍADES. ¡Oh Tierra, qué voz!, ¡qué sagrada, venerable y portentosa! SÓCRATES. Es que verdaderamente éstas son las únicas diosas. Todo lo demás son pamplinas. ESTREPSÍADES. Pero Zeus, según vosotros, a ver, por la Tierra56. ¿Zeus Olímpico, no es un dios? SÓCRATES. ¿Qué Zeus? No digas tonterías. Zeus ni siquiera existe. ESTREPSÍADES. Pero, ¿tú qué dices? Pues, ¿quién hace llover? Esto, acláramelo antes de nada. SÓCRATES. ¡Ésas, claro! Y te lo demostraré con pruebas de gran peso. A ver: ¿dónde has visto tú que alguna vez llueva sin nubes? Sin embargo, lo que tendría que ser es que él hiciera llover con el cielo despejado y que éstas estuvieran ausentes. ESTREPSÍADES. ¡Por Apolo!, con lo que acabas de decir le has dado un buen apoyo al asunto éste. Y la cosa es que yo antes creía a pies juntillas que Zeus orinaba a través de una criba. Pero explícame quién es el que produce los truenos, eso que me hace a mí temblar de miedo. SÓCRATES. Éstas producen los truenos al ser empujadas por todas partes. ESTREPSÍADES. A ver, a ti que no se te pone nada por delante: ¿cómo? SÓCRATES. Cuando se saturan de agua y por necesidad son forzadas a moverse, como están llenas de lluvia necesariamente son impulsadas hacia abajo; entonces, chocan unas contra otras y, como pesan mucho, se rompen con gran estrépito. ESTREPSÍADES. Pero el que las obliga a moverse, ¿quién es? ¿No es Zeus? SÓCRATES. Ni mucho menos; es un torbellino etéreo. ESTREPSÍADES. ¿Torbellino? No me había dado cuenta de eso, de que Zeus no existe y de que en su lugar reina ahora Torbellinos57. Pero aún no me has explicado nada del estruendo y del trueno. SÓCRATES. ¿No me has oído? Las nubes, al estar llenas de agua, te digo que chocan unas con otras y hacen ruido porque son muy densas. ESTREPSÍADES. Vamos a ver: eso, ¿quién se lo va a creer? SÓCRATES. Te lo voy a explicar poniéndote a ti como ejemplo. En las Panateneas58, cuando ya estás harto de sopa de carne, ¿no se te revuelven las tripas y de pronto se produce un movimiento en ellas que empieza a producir borborigmos? ESTREPSÍADES. Sí, por Apolo, y al momento provoca un jaleo horrible y un alboroto; y la dichosa sopa produce un ruido y un estruendo tremendo, como un trueno; primero flojito, «papax, papax», después más fuerte «papapapax», y cuando cago, talmente un trueno, «papapapax», como hacen ellas. SÓCRATES. Pues fíjate qué pedos tan grandes han salido de ese vientre tan pequeño. Y el aire éste, que es infinito, ¿cómo no va a ser natural que produzca truenos tan grandes? ESTREPSÍADES. Por eso incluso los nombres de las dos cosas, «trueno» y «pedo», son parecidos59. Otra cosa: el rayo con su fuego brillante, ¿de dónde viene -explícamelo-, el rayo que, cuando nos atiza, a unos los achicharra, y a otros los chamusca dejándolos vivos? Pues está claro que Zeus lo lanza sobre los perjuros60. SÓCRATES. Tú, ¡imbécil, chapado a la antigua, que hueles a tiempos de Crono!61, ¿cómo es que, si fulmina a los perjuros, no abrasó a Simón, a Cleónimo ni a Teoro?62, y desde luego que son perjuros. Sin embargo, fulmina su propio templo, y Sunio63, «promontorio de Atenas», y las grandes encinas: y eso, ¿por qué? Pues claro está que la encina no es perjura. ESTREPSÍADES. No sé. Pero lo que dices tiene visos de verdad. Bueno, pues ¿qué es exactamente el rayo? SÓCRATES. Cuando un viento seco al elevarse queda encerrado en las nubes, las infla desde dentro como a una vejiga, y después necesariamente las rompe, y sale disparado violentamente por causa de la densidad, y por el roce y el ímpetu del movimiento se incendia a sí mismo. ESTREPSÍADES. Por Zeus, a mí una vez me pasó exactamente lo mismo en las Diasias64. Yo estaba asando un estómago para mis parientes, pero, por descuido no lo rajé. Entonces se fue hinchando, y después, de golpe, explotó, llenándome de mierda los ojos y quemándome la cara. CORIFEO. ¡Humano que deseas de nosotras la elevada sabiduría!, ¡qué dichoso llegarás a ser entre los atenienses y entre los griegos todos!: si tienes buena memoria, eres capaz de pensar, y en tu alma reside la fortaleza; si no te fatigas al estar de pie ni al caminar, si no te molesta en exceso pasar frío ni estás demasiado ansioso por el desayuno, si prescindes del vino de los ejercicios gimnásticos y de los demás disparates, y si consideras que lo mejor es lo que cuadra a un hombre inteligente vencer en la actuación y en la deliberación, así como en las porfías de la lengua. ESTREPSÍADES. Pues lo que es por tener un alma dura, un pensamiento que se mantiene despierto en la cama, y un estómago ahorrador, hecho a las privaciones y que se apañe con ajedrea a la hora de la comida, descuida, por todo ello yo podría sin miedo ofrecerme para servirte de yunque. SÓCRATES. ¿Así que desde luego ya no considerarás dios a ningún otro que a los que nosotros consideramos: el Vacío que nos rodea, las Nubes y la Lengua, esos tres? ESTREPSÍADES. Ni siquiera hablaría con los demás dioses ni lo más mínimo, aunque me topara con ellos; ni les haría sacrificios, ni vertería libaciones, ni pondría incienso en sus altares. CORIFEO. Así pues, dinos, sin miedo, qué hemos de hacer por ti. Pues no dejarás de conseguirlo en caso de que nos respetes y nos veneres, y al mismo tiempo trates de ser avispado. ESTREPSÍADES. Señoras, os pido entonces esta insignificancia: que yo sea, por cien estadios de distancia65, el que mejor discursee de todos los griegos. CORIFEO. Pues eso lo obtendrás de nosotras, hasta tal punto que, de cara al futuro y desde este mismo momento, nadie en la Asamblea hará prosperar mayor número de mociones que tú66 ESTREPSÍADES. No hagáis que proponga mociones importantes, que no quiero eso; quiero solamente volver la justicia en mi provecho y escurrirme de mis acreedores. CORIFEO. Entonces conseguirás lo que deseas, pues tus aspiraciones no son grandes. Ea, ponte sin miedo en manos de nuestros ministros. ESTREPSÍADES. Tal haré, confiando en vosotras, pues la necesidad me apremia por culpa de los caballos marcados con la «coppa»67 y del matrimonio que me hizo polvo. Así pues, ahora, para todo lo que quieran hacerme, les entrego a ellos este cuerpo mío, para recibir golpes, pasar hambre, sed, estar roñoso68, sufrir un frío terrible o ser desollado para convertirme en odre; todo, siempre que yo me vea libre de las deudas, y a los hombres dé la impresión de ser osado, hábil de lengua, atrevido, caradura, repugnante, urdidor de mentiras, de palabra pronta, muy ducho en pleitos, un código de leyes ambulante69, una castañuela, un zorro, el ojo de una aguja70, un tipo flexible71 como el cuero, un hipócrita, un tío pegajoso, un farsante, un bribón que merece pálos72, un hijo de perra, un tipo retorcido, un incordio, un hombre al que no se le escapa nada. Si me han de llamar esas cosas los que se topen conmigo, hagan de mí estos ministros todo lo que gusten. Y si quieren, por Deméter, que me sirvan convertido en salchichas a los caviladores. CORO. El temple arrogante de este individuo no está falto de audacia, sino dispuesto a todo. (A ESTREPSÍADES.) Ten por seguro que si aprendes de mí estas cosas, una fama que llegará al cielo tendrás entre los mortales. ESTREPSÍADES. ¿Qué me pasará? CORO. Junto a mí llevarás, para siempre, la existencia más envidiable de todas. ESTREPSÍADES. ¿Acaso entonces yo he de ver con eso algún día? CORO. Sí, tanto que a tu puerta se sentará siempre mucha gente, deseosa de comunicarse contigo y entablar diálogo para consultarte asuntos y pleitos de muchos talentos73, materias dignas de tu caletre. CORIFEO. (A SÓCRATES.) Tú trata de impartir al viejo las enseñanzas previas que tengas intención de darle; agita su mente y pon a prueba su inteligencia. SÓCRATES. (A ESTREPSÍADES.) A ver, tú, descríbeme tu carácter, para que, conociendo cómo es, sobre esa base pueda yo aplicar contra ti nuevos ingenios74. ESTREPSÍADES. ¿Cómo? Por los dioses; ¿es que intentas sitiarme? SÓCRATES. No, lo que quiero es enterarme de algunos detalles sobre tu persona, como, por ejemplo, si tienes buena memoria. ESTREPSÍADES. Se comporta de dos maneras, por Zeus. Cuando se me debe algo tengo muy buena memoria, pero cuando yo, pobre de mí, soy el deudor, me vuelvo muy olvidadizo. SÓCRATES. A ver, ¿tienes dotes para discursear? ESTREPSÍADES. Para discursear, no; pero para estafar, sí. SÓCRATES. Pues así, ¿cómo podrás aprender? ESTREPSÍADES. Descuida, lo haré bien. SÓCRATES. Pues ándate listo para que cuando yo lance algunas enseñanzas sabias sobre las cosas celestes, tú las cojas al vuelo. ESTREPSÍADES. Pero, ¿cómo? ¿Tengo que comerme la sabiduría como un perro? SÓCRATES. Este hombre es un ignorante y un bárbaro. Anciano, me temo que necesita unos palos. A ver ¿qué haces si alguien te pega? ESTREPSÍADES. Recibo los golpes, y, después, espero un poco y reúno testigos; después otra vez dejo pasar un momento, y pongo un pleito. SÓCRATES. Venga, deja ahí tu capa. ESTREPSÍADES. ¿He hecho algo malo?75. SÓCRATES. No, es que es costumbre entrar desnudo. ESTREPSÍADES. Pero si yo no voy a entrara llevarme objetos robados76. SÓCRATES. Déjala ahí, ¿qué tonterías andas diciendo? ESTREPSÍADES. (Se quita la capa.) Bueno, pues dime: en caso de que yo esté atento y aprenda con gana, ¿a cuál de tus discípulos llegaré a parecerme? SÓCRATES. Tus características no se van a distinguir nada de las de Querefonte. ESTREPSÍADES. ¡Ay, pobre mí! ¡Voya ser medio cadáver!77. SÓCRATES. ¿No dejarás de decir bobadas y vendrás de una vez conmigo aquí dentro, deprisa? ESTREPSÍADES. Pues ponme primero en las manos un pastel de miel, que tengo miedo de bajar ahí dentro como si fuera la cueva de Trofonio78. SÓCRATES. Venga, ¿por qué te paras a escudriñar junto a la puerta? (Ambos entran en el caviladero.) CORO. Entra con buen pie por causa de tu valor. Que la buena fortuna acompañe a este humano, pues, siendo ya de avanzada edad, impregna su naturaleza de ideas novedosas y se dedica a la sabiduría. CORIFEO. Espectadores, con franqueza os expondré79 toda la verdad, ¡por Dioniso80 que me ha sustentado desde antiguo! Que no sea yo el vencedor ni me tengan por sabio si no es verdad81 que yo, por consideraros a vosotros espectadores inteligentes y creer que ésta era la mejor de mis comedias, juzgué apropiado que vosotros fuerais los primeros en saborearla, siendo como ha sido la pieza que más trabajo me ha dado. Pero me tuve que retirar derrotado por hombres vulgares sin que yo mereciera eso82. Así que os echo en cara esto a vosotros los instruidos, por quienes yo me tomé tanto trabajo. Pero ni aun así os traicionaré nunca voluntariamente, a vosotros los inteligentes. Pues desde el momento en que aquí mismo unos varones, a los que es agradable incluso mencionar, hablaron muy bien de mis dos muchachos, del reprimido y del maricón83, y yo -como era todavía una joven soltera y no me era licito tener hijos expuse la criatura, y otra muchacha la recogió84, y vosotros, por vuestra parte, la criasteis con generosidad, desde entonces tengo yo garantías seguras de vuestro juicio favorable. Así que ahora esta comedia, a la manera de aquella Electra, ha venido con ánimo de buscar, por si en alguna parte encuentra espectadores tan instruidos; pues reconocerá, si lo ve, el mechón de pelo de su hermano85. Observad que es de condición humilde. En primer lugar, no ha venido trayendo cosido a su vestido un cuero colgando, rojo en la punta y grueso86, para diversión de los niños, tampoco se burló de los calvos ni bailó el kordax87. Ni siquiera hay un personaje anciano que, llevando la voz cantante, golpee con su bastón a cualquiera que esté a su alcance, disimulando así los chistes desafortunados. No se lanzó esta pieza al escenario con antorchas, ni gritó «¡socorro, socorro!»88. Por el contrario, ésta ha venido confiando en sí misma y en sus versos. Y yo, sí, yo, siendo un poeta del mismo talante, no me doy tufo89, ni trato de engañaros trayendo a escena dos y tres veces las mismas cosas. Muy al contrario, yo estrujo mis sesos para presentar en cada ocasión innovaciones, que en nada se parecen unas a otras, y son todas ellas ingeniosas. Yo, cuando Cleón era muy poderoso, le golpeé en el vientre90, y no tuve la osadía de saltar sobre él cuando yacía derribado. En cambio, esos otros, en cuanto Hipérbolo91 les permitió hacer presa en él, golpean una y otra vez a ese individuo desdichado y también a su madre. En primerísimo lugar Éupolis llevó a rastras su Maricás, haciendo un refrito de nuestros Caballeros, tan mediocre como mediocre es él92, añadiéndole además, por culpa del Kórdax, una vieja borracha, personaje que ha creado Frínico tiempo atrás, aquella a la que trataba de engullir93 el monstruo marino. Después también Hermipo compuso una pieza sobre Hipérbolo, y luego ya todos los demás van en masa contra Hipérbolo, imitando mis comparaciones con las anguilas94. Así pues, el que se ría con las piezas de ésos, que no se deleite con las mías. Pero si disfrutáis conmigo y con mis hallazgos, en tiempos futuros os tendrán por gente de buen juicio. CORO. De entre los dioses al que gobierna en las alturas, Zeus, gran señor, en primer lugar a mi danza convoco; y al muy poderoso Guardián del Tridente95, el que estremece salvajemente la tierra y el salino mar. Y al de gran fama, nuestro padre, el Éter muy venerable, que a todos los seres alimenta. Y al Auriga, que con sus rayos muy brillantes abraza la llanura de la tierra, entre los dioses y entre los mortales divinidad poderosa. CORIFEO96. ¡Inteligentes espectadores, prestad atención aquí! Pues por haber sido injustos con nosotras, os criticamos cara a cara. De todos los dioses somos las que más beneficiamos a vuestra ciudad, y sin embargo, somos las únicas a las que no ofrecéis sacrificios ni libaciones, y eso que velamos siempre sobre vosotros. Pues si se hace una expedición militar sin pizca de sentido, entonces tronamos o llovemos97. Después, cuando al curtidor odiado por los dioses, a Paflagón98, lo ibais a elegir general, nosotras arqueamos las cejas y armamos mucho estruendo: con el relámpago, un trueno rasgó el aire, la luna abandonó su curso, y el sol, replegando a toda prisa la mecha hacia su interior, afirmaba que no os alumbraría si Cleón era general. Y, sin embargo, elegisteis a ese individuo. Se dice que las malas decisiones son propias de esta ciudad, pero también que los errores que cometéis, los dioses los truecan en beneficios. Fácilmente os vamos a exponer que también eso os resultará conveniente: si declaráis a Cleón el cuervo99 culpable de cohecho y de robo, y después le apretáis el cuello con el cepo, aunque desde luego os habéis equivocado, de nuevo los asuntos volverán a la situación anterior, tomándose en muy provechosos para la ciudad. CORO. Junto a mí también tú, Febo, señor de Delos, que habitas Cinto100, el peñasco de elevadísima cima: Y tú, la bienaventurada que habitas la morada rica en oro de Éfeso, en la cual las hijas de los lidios te veneran fervientemente. Y nuestra diosa local, la que maneja la égida, Atenea, protectora de la ciudad. Y el que posee el monte Parnaso, y brilla con antorchas descollando entre las bacantes délficas, Dioniso, amante de la fiesta. CORIFEO. Cuando estábamos dispuestas para emprender viaje hacia aquí, la Luna se encontró con nosotras y nos encargó, en primer lugar, saludar a los Atenienses y a sus aliados; nos dijo después que estaba enfadada, pues ha sufrido malos tratos, siendo así que ella os beneficia a todos vosotros, no con palabras, sino de manera patente. En primer lugar os ahorra no menos de una dracma al mes en antorchas; tanto es así que todos, cuando salis por la noche, decís: «Chico, no compres antorchas, que Selene ilumina lo suficiente». Afirma que también os beneficia en otras cosas; pero vosotros no lleváis nada bien la cuenta de los días, sino que los alborotáis de arriba a abajo, hasta el punto de que, según dice, los dioses la amenazan una y otra vez cuando se les defrauda una comida y se vuelven a casa sin haber tenido parte en la fiesta que les tocaba según el cómputo de los días101 Resulta también que cuando toca ofrecer sacrificios, vosotros aplicáis torturas102 y os sentáis a juzgar103, y muchas veces que nosotros los dioses practicamos el ayuno guardando luto por Memnón o Sarpedón104, vosotros hacéis libaciones y os reís. Por esas razones, cuando Hipérbolo fue elegido por sorteo «recordador sagrado», nosotros los dioses le arrebatamos la corona105», pues así se enterará mejor de que es preciso que los días de la vida se computen de acuerdo con la luna. (SÓCRATES sale del caviladero.) SÓCRATES. ¡Por Respiración, por Vacío, por Aire!, no he visto en parte alguna un hombre tan palurdo, tan falto de recursos, tan tonto y tan olvidadizo. Incluso tratando de aprender unas ideas de poca monta, las ha olvidado antes de llegar a aprenderlas. Sin embargo, voy a llamarlo aquí fuera a pleno día. (Llama hacia el caviladero.) ¿Dónde está Estrepsíades? ¿Saldrás ya trayéndote la cama? ESTREPSÍADES. (Al tiempo que sale trayendo una cama.) Es que no me dejan sacarla fuera las chinches. SÓCRATES. Ponla en el suelo de una vez y presta atención. ESTREPSÍADES. Ya está. SÓCRATES A ver, entre las cosas de las que nunca has recibido enseñanzas, ¿cuál quieres aprender ahora en primer lugar? Dime: ¿las medidas106, las palabras o los ritmos? ESTREPSÍADES. Las medidas, desde luego; que el otro día un comerciante de harina me estafó dos quénices107 SÓCRATES. No te estoy preguntando eso, sino qué medida consideras más hermosa, el trímetro o el tetrámetro108 ESTREPSÍADES. Para mí ninguna es más importante que el «tetraquénice»109 SÓCRATES. Dices bobadas, hombre. ESTREPSÍADES. Haz una apuesta conmigo a que el «tetraquénice» no es un «tetrámetro». SÓCRATES. ¡Vete al cuerno! ¡Qué bruto eres y qué duro de mollera! Pero quizá puedas aprender algo de los ritmos. ESTREPSÍADES. ¿De qué me servirán los ritmos para ganarme el pan? SÓCRATES. En primer lugar, para que seas refinado en las reuniones, y distingas qué tipo de ritmo es enoplio y qué tipo es dactílico o digital110. ESTREPSÍADES. ¿El digital? Por Zeus, ése lo conozco. SÓCRATES. Pues dilo. ESTREPSÍADES. Antes, cuando yo era niño, era éste de aquí. (Levanta el dedo corazón111 ) SÓCRATES. Eres un patán y un imbécil. ESTREPSÍADES. No, estúpido, es que de esas cosas no quiero aprender ninguna. SÓCRATES. Entonces, ¿cuál? ESTREPSÍADES. Aquello otro, aquello; el argumento más injusto de todos. SÓCRATES. Pero tienes que aprender otras cosas antes que eso; por ejemplo, qué cuadrúpedos son propiamente masculinos. ESTREPSÍADES. Yo bien conozco los cuadrúpedos masculinos, si no me he vuelto majareta: carnero, macho cabrío, toro, perro, ave112 SÓCRATES113. ¿Y los femeninos? ESTREPSÍADES. Oveja, cabra, vaca, perra, ave. SÓCRATES. ¿Ves lo que te pasa? Llamas a la hembra ave, y al macho le llamas lo mismo. ESTREPSÍADES. ¿Cómo, a ver? SÓCRATES. ¿Que cómo? Ave y ave. ESTREPSÍADES. Es verdad, por Posidón. Pues ¿cómo tengo que llamarles ahora? SÓCRATES. «Ava» a una, y al otro «avo». ESTREPSÍADES. ¿Ava? Muy bien, ¡por Aire! Tanto que sólo por esa enseñanza te llenaré de grano toda la «amasadero»114 SÓCRATES. Vaya , otra vez. Ése es otro ejemplo. Le llamas la «amasadero» en masculino, cuando es un femenino. ESTREPSÍADES. ¿Qué dices? ¿Que yo le llamo «amasadero» en masculino? SÓCRATES. Sí señor, como también a Cleónimo. ESTREPSÍADES. ¿Cómo es eso? Dime. SÓCRATES. Lo mismo vale para ti «amasadero» que Cleónimo. ESTREPSÍADES. Pero, tío, Cleónimo nunca tuvo amasadero, sino que amasaba con un mortero redondo115 Bueno, en lo sucesivo, ¿cómo debo llamarle? SÓCRATES. ¿Que cómo? «La amasadera», igual que dices «la Sóstrata»116 ESTREPSÍADES. ¿La «amasadera», en femenino? SÓCRATES. Bien dicho. ESTREPSÍADES. Y lo de antes ¿tendría que haber sido «Cleónima117 nunca tuvo amasadera»? SÓCRATES. Además, tienes que aprender todavía qué nombres de persona son masculinos y cuáles son femeninos. ESTREPSÍADES. Yo bien sé cuáles son femeninos. SÓCRATES. Pues dilo. ESTREPSÍADES. Lisila, Filma, Clitágora, Demetria. SÓCRATES. Y ¿qué nombres son masculinos? ESTREPSÍADES. Muchísimos: Filóxeno, Melesias, Aminias. SOCRATES. Pero, imbécil, ésos no son masculinos. ESTREPSÍADES. ¿Para vosotros no son masculinos? SÓCRATES. Nada de eso, porque si te encontraras con Aminias, ¿cómo le llamarías? ESTREPSÍADES. ¿Que cómo? Así: ¡Oye, oye, Aminia!118. SÓCRATES. ¿Ves? Le llamas mujer, «la Aminia». ESTREPSÍADES. ¿Y no tengo razón, si ésa no ha hecho el servicio militar?119 Pero, ¿por qué tengo que aprender esas cosas que todo el mundo sabe? SÓCRATES. Déjalo, ¡por Zeus! (Señalando la cama.) Ahora échate aquí y... ESTREPSÍADES. ¿Qué hago? SÓCRATES. Imagínate alguno de tus asuntos. ESTREPSÍADES. ¡No, por favor, ahí no! Si no me queda otro remedio, deja que los imagine en el suelo. SÓCRATES. No hay otra salida más que ésa. ESTREPSÍADES. (Echándose en la cama.) ¡Ay,pobre de mí! ¡Qué condena voy a pagar a las chinches en el día de hoy! (SÓCRATES entra en su casa.) CORO. Ahora piensa y examina con perspicacia, contorsiónate de todas las maneras y repliégate sobre ti mismo120 Y rápidamente, cuando caigas en un callejón sin salida, salta hacia otra idea de tu mente. Y que el sueño, dulcísimo para el ánimo, se aleje de tus ojos... ESTREPSÍADES. ¡Ay, ay, ay, ay! CORO. ¿Qué te pasa? ¿Qué te duele? ESTREPSÍADES. Me muero, ¡pobre de mí! De la cama salen sigilosamente para morderme los corintios121: los costados me devoran, la sangre me chupan, las pelotas me arrancan, el culo me atraviesan, ¡la vida me quitarán! CORO. No te lo tomes tan a mal. ESTREPSÍADES. ¿Cómo que no?, si se me ha ido el dinero, se me ha ido el color de la piel, se me ha ido la sangre de las venas, y se me han ido las zapatillas122, y, para colmo de desgracias, aquí estoy papando moscas 123, a punto de irme a paseo yo también. 1 Con la guerra, los esclavos tenían más posibilidades de escapar. 2 Día en que vencían los préstamos y, por lo tanto, se acumulaban los intereses mensuales. 3 La «coppa» era una antigua letra del alfabeto griego. El caballo se designa por el apelativo koppatían, y el verbo que se refiere al personaje es exekópen, literalmente «me hubiera vaciado un ojo». He tratado de mantener el juego de palabras con «señalar». 4 Se usaban carros de guerra en las carreras. 5 Para secar el sudor a los caballos antes de dejarlos en el establo se les hacía revolcarse en arena. 6 Un demarco es el jefe de un demo, que presumiblemente intervenía en la ejecución del pago de intereses. 7 Probablemente Cesira era una dama de la importante familia de los Alcmeónidas; en esa familia no era infrecuente, por otra parte, el nombre de Megacles, nombre grandilocuente, cuya primera parte es mega-, «grande». 8 «Colíade» toma el nombre de un promontorio del Ática en el que había un templo de Afrodita, diosa del amor. «Genetilide» es una diosa del nacimiento. 9 Usaba demasiada lana para tejer y, como resultado, el marido se arruinó y su capa está raída. Algunos sugieren un sentido sexual para «tejer». 10 Es decir, «caballo» (híppos). 11 Se refiere a la participación en la procesión de las Panateneas a la Acrópolis. 12 La palabra griega hípperos está formada con la raíz de «caballo», hipé-, y la terminación veros de numerosas enfermedades. 13 Dar la mano derecha imprime solemnidad a lo que se diga. 14 Un pnigeús es una cubierta más o menos hemisférica que se usaba para cocer el pan, se calentaba colocándola sobre un hogar de carbón encendido, y se reemplazaba luego el carbón por la masa, situando aquél en la parte exterior de la tapa. 15 Leógoras pertenecía a una familia noble y adinerada, y fue padre del orador Andócides. 16 La expresión proverbial en griego es «a los cuervos». 17 Nombre del demo o división política del Ática. La expresión del nombre completo de un ciudadano se componía del nombre propio, seguido del nombre de su padre, y de la designación del demo al que pertenecía. 18 Calzado propio de las mujeres. 19 Nombre de un demo traído a cuento probablemente por su parecido con sphex, avispa 20 La idea es que Sócrates intenta hacerles olvidar el hambre con la geometría, pero no lo consigue y recurre a robar un manto para empeñarlo y conseguir comida; este tipo de robo en el gimnasio era frecuente. Sommerstein lo interpreta verosímilmente entendiendo diabetes («con las patas abiertas») como «compos» y «homosexual pasivo»: del gimnasio raptan a un muchacho, le roban el manto y lo empeñan. 21 Los espartanos estuvieron presos en Atenas casi cuatro años y es presumible que estuvieran pálidos y delgados. Su presencia coincide con la puesta en escena de Las Nubes. 22 Literalmente, un bulbo comestible, el Áscari comosum (bolbós). 23 El Tártaro es la región más profunda del mundo. No hay más allá. 24. Se trata de territorios conquistados por Atenas, que el Estado distribuía en parcelas o cleruquías entre algunos ciudadanos que se iban a vivir en ellos, actuando a la vez de labradores y de soldados. 25. Alusión al afán de los atenienses por los pleitos. 26. La generación de ESTREPSÍADES es aproximadamente la que luchó junto a Pericles para doblegar a Eubea en el 446. Se hace un juego de palabras con la repetición del verbo parateíno, que he tratado de mantener con «situada» y «situamos». 27. Lacedemonia o Esparta, capital de Laconia y enemiga de Atenas. 28. El verbo periphronô significa «meditar» y «desdeñar». Sócrates lo emplea en el primer sentido y Estrepsíades lo toma en el segundo. Lo he tratado de reproducir con «paso revista» y «pasar de». 29. Según Sommerstein, Sócrates usa la palabra nómisma como «aquello en lo que se cree», y Estrepsíades la entiende en su acepción normal de «cuño» y «curso» de las monedas. 30. En Bizancio (más tarde Constantinopla) se usaban monedas de hierro, en lugar de las piezas de oro, plata o bronce que se empleaban en la mayor parte de Grecia. 31. ESTREPSÍADES va a ejecutar ritos que parodian una verdadera iniciación a un culto mistérico: un jergón en vez de un sillón, harina en vez de arcilla y salvado. 32. En una tragedia de Sófocles titulada Atamante el protagonista, llevando una corona, está a punto de ser sacrificado a Zeus, momento en el que es rescatado por Heracles. 33. Los versos pronunciados desde aquí hasta la aparición del coro son largos (tetrámetros anapésticos) y se adaptan bien al carácter de solemnidad que Sócrates imprime a sus palabras, al formular una invocación a las Nubes, que incluye elementos habituales en las plegarias reales. 34. Sócrates pronuncia una invocación a las Nubes en toda regla, rogando su aparición. Los lugares que se mencionan alternativamente son: el monte Olimpo; el jardín de las Hespérides, relacionado con Océano por ser considerado éste como el mar situado al oeste del mediterráneo; el bajo Egipto, en el delta del Nilo; el lago Meotis, que es el mar de Azov; y el monte Mimante, situado en Eritras de Jonia, frente a la isla de Quíos. 35. El coro entona una canción en ritmo dactilico, un metro ágil que se adecua bien al movimiento y ligereza de las nubes que, a medida que cantan, se aproximan al teatro. El canto se compone de estrofa y antistrofa separadas por un breve diálogo de los actores en tetrámetros anapésticos. 36. Toda la antístrofa es un elogio del Ática. 37. Se trata de los cultos mistéricos que se celebraban en Eleusis, cerca de Atenas, en honor de Deméter. Los Grandes Misterios se celebraban durante once días entre septiembre y octubre. Eran ceremonias en las que sólo podían participar los iniciados. 38. Bromio o Dioniso. Se refiere a las Dionisias Urbanas, fiestas en las que se celebraban competiciones de teatro como aquella en la que se presentó esta pieza. 39. Se trata de una exposición de las facultades de un orador. 40. Se refiere a cosas sin importancia y puede estar traído a colación por la semejanza entre el humo y el vapor de agua (nubes). 41. Cadena montañosa en la parte septentrional del Ática. 42. Del escenario (la orchéstra en este caso). 43. Literalmente «así» (= por donde dices), «con trabajo» (= empiezo a verlas). 44. Literalmente, «sofistas», en sentido peyorativo. 45. Sigo en la interpretación de los tipos presentados por Sócrates los criterios de Sommerstein. Con «adivinos de Turios» se refiere el cómico al adivino Lampen enviado por Pericles como fundador de la colonia de Turios en el sur de Italia; vuelto más tarde a Atenas fue personaje bien conocido. 46. La relación de las Nubes con la medicina («profesores de medicina») se basa en la importancia que los hipocráticos daban al clima y al tiempo atmosférico tanto en relación con la naturaleza física de los individuos como en lo referente al desarrollo de las enfermedades. 47. Sellos, esto es, anillos que podían servir como sello. Se alude a ricos indolentes. 48. El ditirambo, canto ritual de Dioniso, interpretado por un coro que cantaba y bailaba. En otros pasajes aristofánicos se relaciona a sus autores con los aires y las nubes por sus expresiones enfáticas y rimbombantes («embaucadores aéreos»). 49. Se citan fragmentos desconocidos de ditirambos, de estilo y lengua enfáticos, relativos a las nubes y a las tormentas. 50. Se consideraba a Tifón padre de los Vientos y, por ello, productor de huracanes. 51. Aristófanes alude con ironía al convite con que el corego que patrocinaba el coro ditirámbico obsequiaba a sus componentes y al autor. Estas líneas son un remedo del estilo enfático de las precedentes. 52. Tanto la palabra ágrios («bruto») como «centauro» parecen haberse empleado en relación con los pederastas. El hijo de Jenofanto es verosímilmente un autor de tragedias y ditirambos. 53. Más adelante (v 399) se habla del mismo personaje como perjuro. 54. Cleónimo y Clístenes son personajes ridiculizados con frecuencia por Aristófanes; el primero por su cobardía, y, en menor medida por glotón, y Clistenes, por afeminado. 55. Pródico era un sofista preocupado por análisis lingüísticos, y con menor imagen pública que otros colegas como Protágoras o Gorgias. 56. La expresión atropellada del personaje es fiel reflejo de su sorpresa. 57. Dinos («torbellino») es también el nombre de un tipo de copa habitual y se piensa que haya , a la puerta del caviladero, una vasija de estas características que resulte para Estrepsíades equivalente al Hermes que se encontraba a la puerta de las demás casas. Véase más adelante, vv. 1473 y ss. 58. Las fiestas más importantes de Atenas, en honor de la diosa Atenea. 59. En las palabras griegas el parecido es escaso: bronte y pordé. Se trata de una alusión burlesca a la costumbre de basar argumentos filosóficos en la etimología y la forma de las palabras. 60. Dover señala la importancia de los juramentos y de su falsedad en el seno de una sociedad en la que la escritura no se emplea mucho, y en la que las técnicas para declarar la culpabilidad o inocencia eran escasas. 61. La alusión a Crono hace referencia a una persona de ideas o costumbres trasnochadas, por ser este dios el padre de Zeus, que fue destronado por su hijo. 62. Para Simón, véase v 351, y para Cleónimo, vv 353-354 y nota. Teoro aparece mencionado en otras piezas del cómico; parece haber tenido estrecha relación con el demagogo Cleón y posiblemente fue como embajador a Tracia. 63. En Sunio, cabo situado al sureste de Atenas, se encontraban dos templos, uno de los cuales fue realmente destruido por un rayo. 64. Fiestas bajo el patronazgo de Zeus. 65. Cien «estadios» vienen a ser entre 15 y 20 kilómetros. 66. Un ciudadano puede hacer propuestas en la Asamblea y apoyarlas. La Asamblea es el elemento básico de la vida cívica y política ateniense. 67. Véase nota 3. 68. El verbo aschméo significa también «estar seco»; Dover lo entiende en ese sentido: el cuerpo estaría seco por no echarse Estrepsíades aceite como se acostumbraba en los gimnasios, a los que no iría. 69. Kyrbis, objeto sobre el que estaban inscritas las leyes de Solón. Su forma no es segura. 70. La palabra tryme aparece solamente en este texto. Los escolios dan las interpretaciones de «agujero» y «barrena»; Sommerstein se inclina por la primera, entendiendo que hace alusión a una persona tan escurridiza como el ojo de una aguja para el que quiere enhebrarla. Dover se refiere a una persona cuyas idas y venidas no puede detener nadie. 71. Literalmente, «un cuero». 72. Propiamente, un eslavo con cicatrices producidas por un instrumento de tortura semejante a una aguijada. 73. El «talento» era la mayor cantidad monetaria con nombre, y se usa en este contexto como expresión hiperbólica. Compárese nuestro «millón». 74. La palabra mechané significa ala vez «máquina» y «recurso». Estrepsíades la entiende en la primera acepción. He tratado de mantener el doble sentido con el castellano «ingenio», que mantiene su acepción de «máquina». 75. Supone que lo van a azotar. 76. Si un ciudadano afirmaba que otro poseía en su casa bienes que le había robado, podía entrar en casa del supuesto ladrón y buscarlos, pero había de entrar desprovisto de la capa, para que no pudiera llevar oculto algún enser y decir que lo había encontrado en la casa. 77. Sócrates se refiere a las características anímicas, mientras que Estrepsíades lo toma en sentido físico. Querefonte, aludido ya en el v 104, tenía fama de pálido. Fidípides se ha referido al grupo de Sócrates como «los pálidos» en el v 103. 78. Trofonio, un héroe de Beocia, tenía bajo su tutela una gruta subterránea a la que bajaban las gentes a consultar el oráculo; llevaban un pastel de miel para distraer a las serpientes. 79. El corifeo habla en nombre del autor. 80. Dioniso es la divinidad bajo cuyo auspicio se encuentra el teatro. 81. Literalmente, «así sea yo el vencedor... como (es verdad) que». 82. Esta parábasis tiene que pertenecer a la segunda redacción de la pieza. Aristófanes se refiere al certamen en el que tuvo lugar la representación de la primera versión de Las Nubes, que no ganó el premio. 83. Se trata de los personajes de la primera pieza de Aristófanes, Los Convidados, que fue representada en 427 y obtuvo el segundo premio. Sommerstein cree válida la opinión de S. Halliwell, quien supone que los hombres que criticaron favorablemente la pieza fueron ciudadanos a los que el cómico, siendo muy joven, presentó la obra, y obtuvo su apoyo para que el arconte le concediera presentarla al festival. 84. Aristófanes se compara con una muchacha soltera a la que no está permitido tener hijos. En tal caso, existía la costumbre de que la joven abandonara a la criatura en el campo y la dejara morir. La criatura es la pieza Los Convidados que el poeta no presentó con su nombre, dada su extrema juventud. La otra «muchacha» que la recoge es Calístrato, que presentó oficialmente esa comedia. El verso siguiente «y vosotros la criasteis y la educasteis con generosidad» se refiere a la buena acogida dispensada por el público a la comedia en cuestión. 85. El autor establece un paralelismo entre su comedia y el personaje Electra, que en la tragedia de Esquilo Las Coéforos reconoce el rizo de su hermano Orestes, que éste había depositado en la tumba de su padre Agamenón. 86. El actor que desempeñaba el papel masculino llevaba un falo artificial. Aristófanes afirma que el actor de su pieza no llevaba el tipo de falo «rojo en la punta», esto es, circuncidado (Sommerstein). 87. Se trata de una danza relacionada con la embriaguez, propia de la comedia. 88. Los gritos que contiene el texto griego (iú, iú) aparecen como peticiones de socorro más adelante en la pieza (vv. 1321 y 1493). 89. La palabra griega significa tener el pelo largo y ser vanidoso. Por ello he empleado «tufos», que mantiene la doble alusión al cabello y a la vanidad. Subyace la broma de que este cómico era calvo. 90. Cleón tuvo enorme influencia política después de la muerte de Pericles. Entre las piezas conservadas, Aristófanes lo ataca especialmente en Caballeros y Avispas. 91. Hipérbolo adquiere el liderazgo de la Asamblea ateniense en los años que siguen a la muerte de Cleón (acaecida en 422 a. C.). 92. Éupolis, comediógrafo contemporáneo de Aristófanes, presentó en 421 a. C. la pieza Maricás, de la que se conservan algunos fragmentos; en ella criticaba a Hipérbolo, ridiculizado en el protagonista. Por su parte, Caballeros, de Aristófanes, se estrenó en 424. 93. Frínico presentó su primera pieza en 429, como Éupolis. El personaje tratado era probablemente un remedo de Andrómeda, que, por el anuncio de un oráculo, fue atada a una roca en la costa para que la devorara un monstruo enviado por Posidón. 94. Hermipo fue otro comediógrafo, que obtuvo su primera victoria en 436/435. La comparación con una anguila se produce en la pieza aristofánica caballeros, vv. 864-867. 95. Los dioses invocados por el coro de nubes son, sucesivamente, Zeus, Posidón, Éter y Helios (el Sol). 96. El corifeo habla ahora en nombre del grupo de nubes. 97. Tanto en este párrafo «tronar» y «llover», como más adelante otros fenómenos que producen las mismas nubes, el sol o la luna, tienen su fundamento en la creencia de que los dioses por medio de los fenómenos celestes, asentían o expresaban su disconformidad con las decisiones de los hombres. 98. Paflagón el curtidor es el protagonista de Los Caballeros, sátira del ya mencionado Cleón. 99. El vocablo griego es «gaviota», considerada como animal cruel y voraz; lo he cambiado por «cuervo», que en castellano es más adecuado. 100. En esta antistrofa se invoca, con un fino paralelismo respecto a la estrofa 563-574, a otras cuatro divinidades, esta vez de alcance menos universal que las primeras: Febo Apolo, Ártemis, Atenea y Dioniso. De cada uno de los dioses se señala un lugar relacionado con él. Cinto es un peñasco en la isla de Delos, uno de los centros del culto a Apolo. En Éfeso había un rico templo dedicado a la diosa Ártemis. Atenea, tan estrechamente relacionada con la ciudad de Atenas, se menciona con su típico atributo, la égida. Dioniso, dios de la fiesta y del teatro, vivía tres meses al año en el Parnaso, de Delfos, cuando Apolo abandonaba su lugar habitual de residencia. Se celebraba una fiesta báquica de mujeres en ese monte, en años alternos. 101. El calendario ateniense tenía algunas variaciones respecto al mes lunar; el arconte podía añadir algunos días, y podían también suprimirse. 102. A los esclavos que sirven de testigos. 103. Recuérdese el v 208, en el que se critica la extendida costumbre ateniense de pleitear. 104. Memnón era hijo de la Aurora, y Sarpedón lo era de Zeus; ambos murieron en la guerra de Troya. 105. Se trata del hieromnemon, «recordador sagrado», representante que enviaban los estados miembros de la Anfictionía al Consejo Delfico. La Anfictionía agrupaba a varios pueblos griegos que administraban en común el santuario de Delfos. No se conocen datos del suceso referido de la corona. 106. Se refiere «medida» a la escansión del verso; Estrepsíades lo toma en el sentido de sistema métrico. 107. Medida para áridos; Heródoto menciona que un quénice de cereal era la ración diaria de un hombre. 108. Se refiere a versos formados de tres o cuatro «metros», que son las unidades elementales de la métrica griega; ambos tipos se empleaban abundantemente en la comedia. 109. El hemiékteon o «medio sextario» equivale a cuatro (tetra-) quénices. Para mantener la relación con «tetrámetro» he escrito este estrafalario «tetraquénice». 110. «Enoplio» y «dactílico» son dos tipos de ritmos en la versificación griega. La palabra dáktylos significa también «dedo», y en esa acepción la entiende Estrepsíades. Por ello he recogido el vocablo griego por «dactílico» o «digital», para que se entienda la referencia a «dedo», siguiendo la sugerencia de Sommerstein. 111. El típico gesto grosero. 112. Es posible que «cuadrúpedo» comprendiera en general a los animales domésticos. La palabra que traduzco por «ave», alektryon, designa en griego tanto al gallo como a la gallina. Utilizo «ave» para realizar el juego de palabras que viene a continuación. 113. Se supone una laguna en el texto, que Sommerstein rellena con estas palabras que traduzco. 114. La palabra griega es kárdopos, un femenino con terminación masculina, como en castellano «la mano». Su significado es «artesa» o «amasadera». Para reproducir el juego del texto me he servido de «amasadera», haciendo que termine en -o o en -a, según el original. 115. Dover cree que es una referencia a la masturbación, aludiendo «mortero redondo» a las dos manos. 116. Nombre de mujer. 117. Cleónimo es blanco habitual de las burlas del poeta. Véanse vv. 353 y 400. 118. El masculino acabado en -as tiene el vocativo sin -s, con lo que resulta terminación en -a, como un femenino. 119. Aminias era un jugador y un pedante, que vivió de dar sablazos a los amigos. 120. Al tiempo, Estrepsíades, acuciado por las chinches, realiza físicamente los movimientos que el coro refiere a la mente. 121. «Corintios» y «chinches» (kóreis) empiezan igual en griego (en kor-). 122. Al tiempo que deja la capa, hacia el v 500, se quita también las zapatillas. 123. Literalmente, «cantando una canción de hacer la guardia», que viene a significar «hacer algo para matar el tiempo». |